El infierno de Niki Lauda
A principios de 1976, Niki Lauda propuso a los demás pilotos que boicotearan el circuito de Nürburgring, la mítica pista de casi 23 kilómetros construida en 1925 en las colinas del Eiffel, al sur de Alemania, gracias al interés de Konrad Adenauer, entonces alcalde de Colonia y después canciller alemán.
El austríaco, de Ferrari -primus inter pares en aquellos momentos- era consciente de que el escenario de las 172 curvas, en el que los bólidos, literalmente, salían volando en la zona conocida como Pflanzgarten, ya no era el lugar para correr un gran premio. Pero no le hicieron caso. Las presiones de los constructores y la vanidad de los pilotos, ávidos de entrar en la historia junto a los Caracciola, Nuvolari, Fangio o Stewart, llevaron de nuevo el circo a la pista del Eiffel el 1 de agosto de 1976.
Lauda obtuvo la segunda posición en la parrilla, por detrás del británico James Hunt, con McLaren-Ford, que hizo 7m 6s. Ya en la carrera, en la segunda vuelta, su Ferrari se salió y empezó a arder. En pocos segundos era una bola de fuego y él seguía dentro.
Los bomberos y los comisarios del circuito se hallaban muy lejos del lugar del accidente. Fueron otros pilotos los que sacaron a Lauda del coche. Arturo Merzario, Guy Edwards, Brett Lunger y Harald Ertl aparcaron sus bólidos en los arcenes y, armados con sus pequeños extintores, salvaron la vida del austríaco.
Seis semanas después, con la cara destrozada, Lauda volvió a subirse a su Ferrari en Monza y acabó el cuarto. En Watkins Glenn consiguió el tercer lugar y llegó a la última carrera, en Japón, encabezando el campeonato, por delante de Hunt. Abandonó la carrera en la segunda vuelta, alegando razones de seguridad, y el piloto de McLaren ganó el título por sólo un punto de diferencia.
Nürburgring fue vetado para la fórmula 1 y el Gran Premio de Alemania se trasladó a Hockenheim. Se siguieron celebrando competiciones de alto nivel, como los 1.000 kilómetros para prototipos, hasta 1982. Aquel año se empezó a construir el nuevo circuito. No parecía que volviera a albergar a la F-1, pero entonces surgió un joven piloto de Kerpen, un pueblo situado a sólo 40 kilómetros de distancia, llamado Michael Schumacher.
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