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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Héroes de verdad

A Jordi Gracia, antiguo compañero en la crítica y más reciente en estas mismas páginas, no le gustan demasiado los héroes. Se pretende un "hijo de la razón" o al menos de la razón democrática, humilde e imperfecta sin más, y así mismo ha titulado otro libro anterior, que sigue a éste más reciente como si lo hubiera empezado de antemano por el final. Pues aunque, según confiesa, este ya galardonado La resistencia silenciosa (32º Premio Herralde de ensayo, subtitulado Fascismo y cultura en España) le venga ocupando desde hace ya más de un decenio, hace un par de años nos había entregado una especie de continuación, pues Hijos de la razón (Edhasa) trataba de las "letras españolas de la democracia", mientras este nuevo, más voluminoso y detenido (también mucho más corregido, sustituido o "suplantado" según nos dice) trata del mismo tema durante los años negros, los cuarenta anteriores, los del franquismo. Aquellos sí que fueron años épicos y hasta míticos, aptos para que surgieran algo parecido a lo que entonces (y a veces hasta ahora mismo) podríamos considerar héroes de verdad.

LA RESISTENCIA SILENCIOSA

Jordi Gracia

Anagrama. Barcelona, 2004

406 páginas. 19,50 euros

Y, sin embargo, aunque ya no estemos en tiempos heroicos, los héroes existen o por lo menos han existido y ahora Jordi Gracia los rescata de en medio de los años negros, con la conciencia de que un héroe no lo es siempre, no es algo permanente sino un momento, una actitud, un hecho que puede darse aislado en el seno de una continuidad discontinua: en verdad no podemos vivir sin héroes, y por eso se levanta contra los ataques que ahora reciben mostrando algunas de sus debilidades. Por tanto no acude a la monumental, cruel e injusta Literatura fascista española que Julio Rodríguez Puértolas publicó tempranamente (Akal, 1986 y 1987, en dos tomos de "historia" y "antología"), que dentro de sus evidentes exageraciones y algunos -pocos- errores, es la obra de referencia sobre el tema, aquí pasada en silencio, pues su propósito es el contrario: el de mostrar la supervivencia de la razón "liberal" en medio de los largos cuarenta años del franquismo, o al menos demostrar la continuidad de la razón -o el camino hacia su recuperación- que al fin y al cabo ayudaría a que España recuperase la democracia perdida.

Pues lo que la Guerra Civil

supuso para nuestro país fue la pérdida del difícil camino que tras siglos de irracionalidad política, de absolutismo y teocracia (casi todos) España había emprendido en el quinquenio de la Segunda República de 1931 a 1936. Es la ilegal interrupción -brusca, violenta e injusta- de este proceso lo que destiñe de manera fatal con el color de la sangre estos cuarenta años de nuestra historia que llamamos "franquismo" de manera indiscriminada (tuvo etapas diferentes o "quindenios" dice Jordi Gracia) simplificándolo a veces demasiado, aunque habría que distinguir siempre en su interior, pues en caso contrario nunca podremos explicarnos la supervivencia en nuestra sociedad de amplios sectores de un franquismo "sociológico" que nos ha marcado recientemente durante ocho años. Pues creo que Franco sigue vivo, lo siento y está ahí al acecho dispuesto a saltar sobre todos a las primeras de cambio, con la ayuda de nosotros mismos, no se olvide.

De ahí que la lectura de este libro sea algo necesario, pues nos recuerda muchos de nuestros peores momentos (y en mi caso está claro pues salgo al final, en la aventura de Acento Cultural -1958-1961-, la última gran empresa liberal del fascista SEU, de la que ya hablé en El pasado imperfecto -Espasa, 1998- y no tengo nada más que añadir). Y como la literatura y la cultura se basan en la continuidad -aun dentro de lo discontinuo-, creo que Gracia tiene razón cuando reivindica la pervivencia del espíritu liberal en Ortega y Gasset y Pío Baroja en aquellos años difíciles, frente a los injustos y simplistas ataques de Gregorio Morán (El maestro en el erial) o Eduardo Gil Bera (Baroja o el miedo). Casos más duros de pelar se dieron, como el del "colaborador" Jiménez Caballero, el menos Gregorio Marañón, el indiscreto Eugenio D'Ors, el discreto Josep Pla, el evolucionista Aranguren o la resignación aislada de Azorín y Pérez de Ayala. Pero en fin, el de Dionisio Ridruejo, el primer disidente "puro" del primer fascismo no menos "puro" es lo que más se ha parecido al final al de un héroe de verdad, como Gracia no tiene más remedio que reconocer al final, pues luego encabezaría otras disidencias menos sonadas: Laín, Tovar, Torrente Ballester, Rosales o Vivanco. Su "catalanidad" la muestra en la atención que presta a exiliados del interior (Riba y sobre todo "Gaziel") y su cercanía a los del exterior, de Machado y Falla a Juan Ramón, Américo Castro, Cernuda, Guillén y Salinas. Pero al final fueron los más jóvenes nacidos dentro del fascismo, desde Sacristán, Rafael Sánchez Ferlosio (y su hermano Miguel), Ayesta y Castellet hasta los realistas del medio siglo, Aldecoa, Martín Gaite, Vilanova, Pinilla de las Heras y desde luego el gran José María Valverde. (Y gran lección la de Juan Ramón, al ver el futuro en gente como Carmen Laforet y el joven poeta cristiano y progresista que fue Valverde). Al final, siempre heroico, ahí tenemos a Sánchez Ferlosio como el último héroe de esta historia, nuestro mayor gigante que nos sobrevive hoy. Este libro, por su actitud, afán de comprensión y de conocimiento, y por su abandono de todo espíritu revanchista, es una reivindicación de la memoria y un rechazo del olvido, que sólo se reblandece en sus continuaciones, pues quizá resulta ser en ellas más blando y acomodaticio, con relación a la actual dictadura del mercado, por ejemplo. Pues aunque escribir en democracia parezca ser algo más sencillo, también resulta ser bastante más difícil, y tanta rebaja programática no sea la panacea para todos los males ante los que nos enfrentamos, como siempre entre la resistencia y la colaboración, que siguen estando ahí aunque aparenten no ser las mismas y hay que seguir eligiendo, aun sin sangre de por medio. Un ejemplo: cuando Jordi Gracia justifica la deriva colaboracionista de aquellos republicanos que se creían liberales en su rechazo a los excesos de la izquierda, utiliza un argumento del actual presidente Bush para atacar a Irak (y mentir, torturar y matar de paso) para defenderse del "terrorismo", pues la palabra "liberal" ha experimentado una evolución notable en los últimos tiempos. ¿O no?

El escritor y político Dionisio Ridruejo.
El escritor y político Dionisio Ridruejo.

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