La utilidad de la tradición

La profesionalización del bailarín pasa en rigor por etapas de formativa escénica que acaso sean las decisivas, las que ponen en liza lo que han aprendido con lo que aspiran a ser. La danza española, en su enorme variedad, necesita de muy diferentes intérpretes, de muchas cuerdas. Acaso siempre se aspira al "bailarín completo" (rara especie en vías de extinción) capaz de afrontar lo aéreo y lo terreno, lo estilizado y lo fusionado.

La experiencia de este espectáculo es importante por dos razones, entre otras cosas positivas. Primera, la envergadura y seriedad del montaje escénico (que usufructúa con éxito una producción costosa del BNE), y segunda, lo que deja abierto en esos jóvenes, donde están, probablemente, los elementos del mañana cercano que aplaudiremos y asumirán la continuidad del ballet español contemporáneo.

Por esas paradojas del mundo teatral, Romance, que cuenta con la sapiente participación de la ex bailarina y profesora Cristina Visús, está mucho mejor aquí, en esta versión algo simplificada (se entienden y se comparten los cambios, tienen su lógica) que en sus días de estreno en el teatro de la Zarzuela, hace ocho largos años. La tesis de la pieza, el rescate de la tradición folclórica articulado sobre un sutil argumento de raigambre popular, funciona con estos jóvenes (les pone en contacto con la cimentación de los vocabularios, sus raíces) que deben asimilar, crear sus propios posos de cultura coréutica, que luego deberán transformar en sus propias expresiones.

Y por eso también es acertada la intervención del maestro Linares, algo cansina, pero de gran interés por lo que cuenta: es el tesoro que se pasa como testigo oral en la danza, algo que no hay tecnología punta que lo sustituya ni lo mejore.