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Columna
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Osadías

El presidente Francisco Camps tenía preparada una mascletà conmemorativa de su primer año de gobierno, preludio de una nueva dinámica del Consell. El meollo de la efeméride, además de las consabidas autocomplacencias por los progresos reales o virtuales conseguidos, consistía en el anuncio de tres proyectos emblemáticos y más o menos útiles, uno por cada provincia para conjurar la menor sensación de agravio. Por desgracia para él, algunos de sus cofrades, militantes del zaplanismo, prendieron la mecha antes de tiempo y han convertido en bronca la fiesta prevista. La frágil tregua que encalmaba el partido ha saltado en pedazos y ya no resulta temerario pensar que a la facción crítica o insurgente le importa un ardite cavar la fosa electoral de estas siglas. De perdidos, al río, podría ser su lema.

En esta ocasión el fulminante del conflicto ha sido, como es sabido, la suspensión de pagos de Terra Mítica, cuya responsabilidad se le imputa al consejero de Economía Gerardo Camps por no haberla impedido a cualquier precio, por más que nadie pueda objetar la pertinencia de esta fórmula mercantil para salir del entuerto financiero en que está sumido el citado parque. Y no pudiendo proponer alternativas razonables, los partidarios de seguir enterrando capital en el proyecto y disimular así su inviabilidad en las condiciones actuales han enarbolado la bandera del "alicantinismo", ese falso contencioso territorial que tanto terror suscita en el Palau de la Generalitat. Una manera eficaz, asimismo, de forzar la voluntad de los inversores institucionales -las cajas de ahorro- aún cuando la presión sobre éstos resulte soez a fuer de escandalosa. No es probable que el referido consejero u otro portavoz del Consell se preste a tirar de la manta y desvelar los lastres, errores y aprovechamientos que han impedido la flotación de ese invento lúdico, pero sería una forma de conminar a la prudencia que algunos de sus cofrades se han pasado por la entrepierna.

En este sentido ciertas actitudes y declaraciones han resultado esperpénticas a fuerza de aparentar firmeza. Y de entre todas, acaso haya sido el presidente de las Cortes, el inefable Julio de España, quien haya protagonizado la más disparatada. Tal ha sido el anuncio de dimitir en el verano de 2006 si no se vertebra la Comunidad Valenciana, que es un eufemismo de destinar más recursos a la provincia de Alicante, la suya, no obstante el mimo público con que se la trata. Pero eso no le importa. Lo que le apremia e inspira su ridícula amenaza es la salvación de Terra Mítica, convertida en mascarón de proa y metáfora de la gestión zaplanista. ¿Por qué ha de esperar a dicha fecha, en la que posiblemente ha de darse por acabada su carrera política, y no hace las maletas ahora? No es imprescindible.

Su coterráneo José Joaquín Ripoll, presidente de la Diputación, y quien lo es de la Cámara de Comercio, Antonio Fernández Valenzuela, no le han ido muy a la zaga en esta carrera de despropósitos, a la que también se ha sumado el mismo molt honorable. Alecciona éste a los altos cargos de su gobierno para que gestionen con "osadía", lo que es tanto como citar la cuerda en casa del ahorcado, pues eso es, precisamente, lo que a él le ha faltado para afrontar la crisis interna de su partido. La osadía no es una virtud, pero él necesita una buena dosis para aligerarse del apocamiento y señalar su terreno ante tanto hostigamiento como padece. Algo habría de hacer para neutralizar a tantos bocazas.

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