_
_
_
_
Crítica:TANGOS Y FADOS | María Lavalle
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los mismos genes musicales

Jesús Ruiz Mantilla

Los conecta el viento y la sal del Atlántico. Uno, el tango, desde las bajas latitudes; otro, el fado, en la raya melancólica que imprime la pena por encima del trópico. Pero son dos hermanos gemelos separados por las circunstancias a pesar de que estén unidos por los mismos genes. Eso es lo que María Lavalle transmite en La pena golfa, un espectáculo de lenta y sugerente coherencia que se presenta en el teatro de la Abadía.

Empieza la noche con los músicos, "como lo hacía Gardel, para calentar el ambiente", explica la misma María Lavalle. Aparecen ellos de negro, rodeando a su dama de rojo, en un escenario -diseñado por Elisa Sanz- vestido con barra de bar, maletas que sugieren idas y venidas con equipajes pesados, alcohol, sillas para reposar los lamentos que salen de esa jerga que susurran las cuerdas y el aire en movimiento de los bandoneones. Los músicos son de lujo, curtidos en sus campos durante años: como los maravillosos Jorge Lema, al bandoneón, arreglista y director del grupo, o Carlos Gonçalves, que tocó la guitarra portuguesa junto a Amalia Rodrigues 30 años. Ambos son la base de la fusión que propone en escena la cantante.

La pena golfa

Dirección artística: Rafael Flores. Puesta en escena: Carlos Aladro. Con la colaboración de Juan Diego. Músicos: Jorge Lema (bandoneón), Víctor Ángel Gil Serafini (chelo), Gabriel Szternsztejin (guitarra), Salvador Manuel Soteldo (contrabajo), Carlos Gonçalves (guitarra portuguesa). Teatro de La Abadía. Madrid.

Luego está la carne del repertorio, cuidadosamente elegido, al que la artista se enfrenta con la precisión de cada estilo. Entran las joyas del fado, entonadas con chal al hombro, "como sabía bien doña Amalia", dice Lavalle: desde Julia florista y María Magdalena a Cançasu, esa pieza de levitación, que según la cantante entonaban las furcias en los burdeles de olor a salitre y aguardiente para que nadie las tocara si alcanzaban un estado de gracia al cantarlos. Bucea también en las habaneras -Mañana si Dios quiere- y por las milongas -magnífica versión de Los ejes de mi carreta- para redondear el parentesco musical.

Pero donde Lavalle echa el resto es en los sones y el desgarro de su música porteña, la que ha mamado esta bonaerense que ahora vive y añora su país desde Madrid. Se luce en Muchacho -para reivindicar a las mujeres que, como Rosita Quiroga y Mercedes Simone, lo han cantado antes- y en Quedémonos aquí o Arrabalera. Además, Juan Diego aparece en escena con su voz de todopoderoso recitador para recordarnos los ecos de Borges o para susurrar esa verdad eterna que encierra Cambalache, ese tango mayúsculo que escupe a la faz de la indecencia. Nunca está de más volverlo a escuchar, aunque sea sin música. Es una de esas joyas de la contundencia que jamás pasarán de moda.

María Lavalle.
María Lavalle.CLAUDIO ÁLVAREZ

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_