'Truhanes', una comedia de Miguel Hermoso
EL PAÍS ofrece, por 5,95 euros, las aventuras de dos delincuentes de muy distinta condición
Miguel Hermoso, granadino de 1942, esperó a los 40 años para rodar su primer largometraje. Tenía ya tras de sí una larga experiencia en el mundo de la publicidad, "la solvencia técnica que le proporciona el haber sido un director a destajo de spots publicitarios", como señaló Ángel Fernández-Santos: "Pero sólo con solvencia técnica no se hace una película tan divertida e inteligente, tan libre y rigurosa al mismo tiempo, como Truhanes, que es una de las mejores comedias que ha dado en mucho tiempo el cine español". Para el crítico, los méritos de la película comenzaban "ante todo por el guión, escrito por Miguel Hermoso en sucesivas etapas de colaboración con Manolo Marinero, Luis Ariño y Mario Camus, que aunque no es un guión perfecto, porque da lugar a algunos, muy pocos, tiempos muertos, tiene unos diálogos antológicos, unas situaciones muy graciosas y, sobre todo, unos personajes que echan chispas de pura vida que tienen, es decir, unos personajes de esos que todo actor espera encarnar algún día para demostrar cuál es su auténtica talla". Cuando Truhanes se presentó en el Festival de San Sebastián de 1983, que aquel año no concedía premios, tuvo un gran éxito, ampliamente refrendado luego en la taquilla. Miguel Hermoso trasladó 10 años más tarde la misma peripecia dramática a una serie para la televisión.
El director explicó que Truhanes "es una película planteada en un principio como comedia pero que, posteriormente, y sin yo proponérmelo, ha ido adoptando una cierta moralidad. Diría que Truhanes es la historia de dos hombres que se encuentran, que se conocen en la cárcel y tratan de autodefenderse aferrándose el uno al otro y aprovechándose mutuamente también, al menos en cierto sentido". Efectivamente, Truhanes narra el encuentro en la cárcel de Carabanchel de dos delincuentes de distinta ralea. Mientras el elegante Gonzalo (Arturo Fernández) es un estafador de cierta relevancia al que sus socios han engañado, Ginés (Francisco Rabal) es un ratero de poca monta para el que la cárcel es como un segundo hogar. Dado que Gonzalo desconoce los mecanismos de la vida en la cárcel, Ginés le protege dentro de ella a cambio de que cuando ambos estén en libertad, sea Gonzalo quien le busque un trabajo y le proteja a él.
La historia de estos personajes tiene tres partes diferenciadas, según escribió Pedro Crespo en Abc: "La primera la ocupa el encuentro de los dos 'marginales' en un ambiente carcelario dulcificadamente tópico, pero que resulta creíble, pese a ello. Luego, la segunda está dedicada a la exposición del mundo de Gonzalo, donde los delincuentes son peores, aunque vistan bien, y en ella decae evidentemente el interés y el humor alcanzados por la primera. Afortunadamente, la tercera y última, la más larga, contiene la historia común de Ginés y Gonzalo, el choque de sus respectivas concepciones de la sociedad, aunque compartan una moral prácticamente idéntica. Y la película recobra ritmo, personajes y esa necesaria tensión que Miguel Hermoso, revelándose como un excelente director, logra utilizando con maestría a un reparto de buenos actores encabezado por dos de acreditada valía: Francisco Rabal y Arturo Fernández".
Sin embargo, no le había sido fácil a Miguel Hermoso organizar la producción de la película precisamente por haberse empeñado en dicho reparto. Así lo contó Paco Rabal en el libro que le dedicó Manuel Hidalgo para la semana de cine de Valladolid: "Llegaron a decir que no íbamos a dar un duro en taquilla, que esa película sólo daría dinero con Esteso y Pajares. Miguel se decidió entonces a hacer la película por su cuenta. Empeñó su casa, empeñó todo lo que tenía, se quedó sin un duro y montó la producción". Paradójicamente, los actores fueron finalmente los más aplaudidos por la crítica, especialmente Paco Rabal, para quien el director, en opinión de Luis Urbez en Reseña, "ha confeccionado un personaje a la medida amplia de su madurez, un pícaro, truhán, borrachín y vividor, hombre de honor a su manera, que resulta difícilmente olvidable", comentario que Pedro Crespo extendió al resto del reparto: "Sin Rabal y Fernández no habría película. Rabal hace un Ginés espléndido, derrochando sinceridad y adecuación, mostrando que, junto a su honda vena dramática, subyacía una clara corriente cómica, impregnada de humanidad, que le abre nuevas posibilidades como actor cuando lleva más de cien películas a las espaldas. Y si Rabal logra uno de sus trabajos más atractivos, más completos, traspasando el celuloide con su encarnación del descuidero veterano, amante de las mujeres y del vino, confiado en su suerte y sin preocuparse seriamente del futuro, Arturo Fernández consigue no desmerecer. Como Gonzalo, sin traicionar sus rentables clichés teatrales, Arturo Fernández concede fuerza y veracidad a su personaje Y lo mismo ocurre con Lola Flores, que aparece en unas breves secuencias con empaque y oportunidad. Hasta Juan Cueto, el estupendo escritor asturiano, metido a actor por amor al cine, está bien en su intervención, como pintor que prepara exposición".
La película fue recibida con esperanza como una nueva posibilidad para el cine del momento "porque huye de dos plagas del cine español reciente: la comedia generacional y las pretensiones de autoría", en opinión de José Luis Guarner en El Periódico: "Explora con gran aplomo un espacio inexplicablemente virgen entre nosotros, la comedia de género bien hecha, libre tanto de circunloquios cerebrales como de chabacanerías, sólidamente apoyada en actores competentes".
Los premios del Círculo de Escritores Cinematográficos de 1983 reconocieron a Arturo Fernández y a Miguel Hermoso como los mejores del año. Por su parte, Fotogramas, Reseña y La Guía del Ocio concedieron a Francisco Rabal sus respectivos galardones como el mejor actor.
Babelia
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