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FUERA DE CASA
Columna
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Soltarse la lengua

Al gran Vittorio Gassman la lengua se le iba soltando con los años. El gran seductor estaba preocupado porque sus hijos practicaban poco el sexo. No los entendía. Y aún menos su pudor para hablar con normalidad de los placeres del sexo. Él nunca fue así. Infiel, culto, procaz y provocador, amante de la literatura de Onetti, de la música de Ella Fitzgerald, del juego de Platini y de alguna periodista como Rossanna Rosanda. Cuando una reunión se ponía plomiza comenzaba a jugar a la lista de los peores grandes actores del cine: Bogart, Laurence Olivier o Burt Lancaster, a la cabeza. Para reconocer a sus interlocutores les hacía una pregunta: "Qué prefieres, follarte a una sesentona o ver tres veces seguidas El eclipse, de Antonioni?". Así era, así lo cuenta en sus memorias de viejo joven. Alguien que murió pensando que le esperaba un gran futuro a sus espaldas.

Me acordé de Vittorio Gassman, de sus libérrimas memorias, en la presentación de otras memorias, de otra mujer joven que debe andar cerca de los 80 años, Juana Ginzo, Juanita Ginzo. La voz que reinó en los seriales de los años cincuenta, que siguió siendo una atípica estrella radiofónica hasta el fin de la La saga de los Porretas, y que sigue diciendo lo que piensa por radios, televisiones, festivales, bares o libros. El libro sobre sus días de radio es una fuente de información, de intrahistoria, impagable. A su presentación acudieron algunos históricos de la radio, también algunos de los nuevos cargos. En primera fila, abriendo el oído y tomando notas, vimos a Pedro Piqueras, que todavía mantiene la sonrisa, y eso que ya lleva dos semanas en el cargo.

Juanita Ginzo, capaz de dar consejos de seducción y sexualidad a Lorena Berdún, nos cuenta sus particulares historias de la radio. La estrella del Cuadro de Actores de Radio Madrid, en los años tan férreamente franquistas, era una roja, además de Lavapiés y, por si fuera poco, con un padre tipógrafo seguidor de Pablo Iglesias, con pena de muerte conmutada y destierro en Alicante. Está claro que nada tenía que ver con muchos de aquellos personajes de los dramones sentimentales de cada tarde. No todo eran dramas, también había risas y teatros serios. Era una roja, lo sigue siendo -hay tozudos a los que la edad no doblega, otro ejemplo es el último premiado con la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes, Eduardo Haro Tecglen-, y no estaba sola. Cuenta Juana algunas historias de los rojos, de los republicanos, en aquella radio que había nacido con el espíritu abierto de Urgoiti, y que en los tiempos difíciles de la censura y la persecución, otro Aznar, Manuel Aznar Gómez-Acebo, supo diferenciar profesionalidad de ideología. Ya sabíamos del republicanismo de Vicente Marco, inolvidable maestro capaz de combinar deporte y cultura. De otros muchos que también fueron defendidos por el verdadero renovador del estilo radiofónico, Antonio Calderón. No recordábamos que también lo fuera Joaquín Portillo, Top. Junto a Luis Sánchez Polack, Tip, que era muy de derechas, formaron el dúo más surrealista de la radio española. Por el disparate llegaba la superación de las dos Españas.

De la España franquista también era la mayor de las estrellas radiofónicas, el chileno españolizado, Bobby Deglané. Con delicadeza lo recuerda Juana Ginzo. No quiere recordar algunas hazañas de esa otra lengua tan suelta que fue Deglané. Suelta ante el micrófono, y suelta ante los amigotes del citado Círculo de Bellas Artes. Allí presumía en voz alta y con sonoras demostraciones de lo mismo que presumió un ex presidente en plena campaña. El ex presidente, más comedido, no pasó a la demostración. Por aquellos juegos eróticos prohibidos, por la afición del famoso locutor a las jovencitas, se cerraron los reservados del cultural Círculo. Digo cultural, porque se podía leer la prensa del Movimiento entre partida de póquer y juego de billar. El resto eran prácticas prohibidas de sexo mercenario. Lo recordaba la otra noche, la de los Premios de Periodismo Ortega y Gasset, en aquellos salones que tantos excesos han conocido, en la relajada seriedad de la entrega de unos premios que pretenden hacernos más libres, creativos y honestos. Para conservar en la memoria el ejemplo periodístico de Bru Rovira, además de su posición contra el periodismo como espectáculo, su consejo de cazar la vida, más en los bares que en el despacho, prometo no olvidarlo. Recordar también que la oportunidad es cuestión de segundos, como en la famosa foto de Pérez Sanz. Tampoco es mal ejemplo ese que dan los compañeros de Puerto Rico, los del diario Nuevo Día, tan cerca de Cervantes a pesar de ser vecinos de Bush.

Recuperar el placer de Álvarez Junco, ese ácrata ilustrado, que no olvidaremos los que hemos tenido la suerte de ser alumnos suyos. Esa invitación a la libertad que sigue practicando desde su cátedra, sus libros o sus discursos. Expresarnos sin ataduras, sin lealtades, sin respeto

Oí los discursos al lado del diseñador Óscar Mariné, con exposición reciente muy cerca del Palacio Real, y con el lamento, compartido con muchos creadores, de que la decoración madrileña, ese gran plató que será la ciudad el día de la boda, sólo haya pensado en un decorador de reconocido prestigio pero de estética de la revista Hola. Todo quedará muy bonito, muy elegante, pero también la imagen de la ciudad tiene otros tonos. Claro que también tiene otros músicos. En fin, al menos Nacho Cano no es el que hubiera elegido Zaplana.

Vittorio Gassman.
Vittorio Gassman.ANTONIO ESPEJO

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