El Châtelet de París rescata una ópera olvidada de J.-P. Rameau
Christie y Montalvo dirigen 'Les paladins'
William Christie, el formidable director de orquesta que ha revalorizado el patrimonio musical del barroco francés, y José Montalvo, un francés hijo de emigrantes españoles que se ha ocupado de la puesta en escena, han recuperado desde ayer, y hasta el 28 de mayo, en el teatro del Châtelet de París, Les paladins, una ópera de Rameau prácticamente desconocida desde su estreno en 1760.
Les paladins, de Jean-Philippe Rameau (Dijon 1683-París 1764), parece haberse representado por primera vez en 1760. Desde entonces, la ópera desapareció prácticamente de los repertorios, en parte porque la muerte de Rameau llevó el compositor al purgatorio antes de que la Revolución de 1789 le condenara al infierno del olvido, y en parte porque la época en que se estrenó ya no prestaba oído a las comedias: las sucesivas derrotas militares habían acabado con las ganas de reír. Hace ya más de 30 años que varias formaciones se han interesado por Les paladins, pero han tenido que hacerlo con la modestia de los pioneros, sin escenografía o en simples versiones de concierto. El dúo Christie-Montalvo nos propone ahora la primera versión moderna, que asume lo que de fantasioso hay en la obra, sus gotas de orientalismo, su talante burlón y paródico.
Montalvo utiliza el vídeo para "montar un juego de reflejos infinito". En anteriores espectáculos de danza la ayuda de la imagen electrónica ya le había permitido que sus bailarines jugasen con su doble, con su sombra o con elefantes y cocodrilos, sorprendentes invitados de coreografías que se desdoblaban, que hablaban consigo mismas, fantásticas e irónicas a un tiempo. "La tecnología", añade, "nos permite interrogarnos sobre lo real. Integrado en la escenografía, el vídeo es parte de la escritura coreográfica".
El libreto de la ópera es de un tal Monticourt. Es una historia insensata, en 1760, pero cuyos prodigios o transgresiones son muy contemporáneos. El nuevo entorno "es un jardín chino, abierto a los cuatro vientos". Esas metamorfosis en directo, que en su día debían precisar de una complicada y fascinante maquinaria, son ahora materia para juegos de imagen. No es teatro filmado, sino teatro que utiliza los recursos de las técnicas modernas, tal y como soñara Rameau.
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