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TEATRO

La espada y la pared

Javier Vallejo

La foto de la agencia France-Presse, difundida hace un año, muestra a nueve prisioneros talibanes de la base estadounidense de Guantánamo, arrodillados, con las muñecas esposadas o atadas, la nariz, la boca y los ojos tapados con una mascarilla y un antifaz; la cabeza y las orejas también cubiertas. El último informe de Survival International describe la situación de los bosquimanos gana y gwi, y de los bakgalagadi, expulsados en 1997 por el Gobierno de Botsuana de sus tierras en la reserva de caza del Kalahari Central, rica en yacimientos de diamantes: ahora malviven en dos campamentos desolados que han bautizado como "lugares de la muerte". Tinduf, donde los saharahuis están refugiados desde hace 25 años, tampoco es un lugar amable. Ni la franja de Gaza. Miles de mujeres y de niños fueron expulsados de Srebrenica hace una década: no se ve el día en que puedan regresar. Campos de refugiados, de reagrupamiento, de concentración... Dependiendo de la época y de la circunstancia, se les llama de uno u otro modo, pero todos son fruto envenenado del árbol de la guerra. El de Gurs, en el País Vasco francés, es uno de los mayores de entre las dos docenas que funcionaron en Francia después de la Guerra Civil española. Jorge Semprún lo ha escogido como escenario de Gurs/Una tragedia europea, su segunda obra teatral sobre estos campos de horror y vergüenza. En los barracones de Gurs fueron recluidos unos 23.000 refugiados republicanos y alrededor de 7.000 voluntarios de las brigadas internacionales que atravesaron los Pirineos en el invierno de 1939, tras la caída de Barcelona. Meses después, muchos de ellos combatían en el Ejército francés contra los nazis, y, tras la nueva derrota, se unían a la Resistencia y practicaban el sabotaje contra el régimen de Vichy. Los que cayeron en manos de los alemanes fueron enviados a Mauthausen, uno de los campos más duros de entre los centenares que había repartidos por Europa, desde Noruega hasta los Balcanes. Durante el mandato de Pétain, Gurs fue el destino de unos 12.000 judíos franceses, de otros tantos huidos de Alemania, y de varios miles más remitidos por los nazis desde Bade Wüttenberg. Un destino infecto y, para muchos, provisional: de allí se les envió en trenes al campo de concentración de Drancy, en las afueras del París ocupado, y desde Drancy, al matadero de Auschwitz.

En Una tragedia europea, un par de militares del Ejército republicano, una violinista sefardí, y dos comunistas alemanes que combatieron a Franco en la brigada Thaelmann, todos presos en Gurs, preparan un concierto para celebrar el 14 de julio, fiesta nacional francesa. Uno de ellos es Ernst Busch, protagonista de las obras de madurez de Bertolt Brecht y de los grandes montajes del Berliner Ensemble: Vida de Galileo, Madre coraje, El círculo de tiza caucasiano... Semprún presta su voz a estos combatientes para narrar pasajes poco conocidos de un momento decisivo en la historia de Europa. Hasta hace diez años, Francia no reconoció la responsabilidad del régimen de Vichy en la deportación de ciudadanos judíos. Entre 1939 y 1945, Gurs fue administrado y custodiado exclusivamente por las autoridades francesas, que incluso elaboraban las listas de deportados. En los mismos camiones trasladaban a los muertos por enfermedades infecciosas e introducían la carne para alimentar a los supervivientes.

Semprún, que a los 19 años estuvo preso en Buchenwald (el campo donde se fabricaban las temibles V2: en éste y en otros, los prisioneros trabajaron como esclavos para firmas comerciales que hoy están en primera línea del mercado internacional), reflejó su experiencia en la novela El largo viaje y en la pieza teatral Mère blefarde, tendre soeur, que Klaus Michael Grüber puso en escena hace dos décadas en un cementerio de soldados soviéticos, en Weimar. Gurs/Una tragedia europea, producción hispanofrancoluxemburguesa en la que participa el Centro Andaluz de Teatro, se representa combinando la lengua oficial de estos tres países. Se estrenó el 30 de abril en el Festival Internacional de Nova Gorica (Eslovenia), y en otoño viajará a Niza y a Luxemburgo. La dirección, colegiada, es de Daniel Benoin, Cécile Mathieu y Paul Charieras.

Gurs/Una tragedia europea. Sevilla. Teatro Central. Del 20 al 23 de mayo.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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