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EL LIBRO DE LA SEMANA

Barbellion, Kafka y compañía

KAFKA NO leyó a Barbellion y éste no leyó a Kafka. De haber conocido El diario de un hombre decepcionado es probable que el autor de La metamorfosis se hubiera sentido frente a un espíritu afín. "Prodigiosamente absorto en mí y prodigiosamente descontento". "Es tan agradable poder escribir de nuevo que lo hago por el puro placer físico de utilizar la pluma y trazar las letras". ¿Estas frases son de Barbellion o de Kafka? Por el contrario, si Barbellion hubiera podido conocer los diarios de Kafka, se habría puesto a temblar. Sobre el Diario de María Bashkirtseva, dice: "Sólo he tenido tiempo de leer el primer capítulo y casi me da miedo seguir. Sería muy humillante descubrir que sólo soy su doble". A diferencia de Kafka, Barbellion temía que su obra fuera consumida por el fuego: "Un día de estos estallarán en una combustión espontánea, como si fueran pólvora estropeada, y así al descuartizado diarista le saldrá el tiro por la culata". Otro pavor de Barbellion era su insignificancia: "En lugar de un Stevenson tuberculoso, he sido un don Nadie dispéptico". A la vez, no tiene empacho en jactarse de saber "más sobre piojos de lo que se ha almacenado nunca en la cabeza de un ser humano". Cosa, sin duda, cierta. En un mismo párrafo, declara que devora "con avidez religiones y filosofías, el pragmatismo, el obispo Berkeley y Bergson" y considera "poéticamente muy apropiado el hecho de que este año del Señor de 1915 me dedique, sobre todo, al estudio de las pulgas". Y, ya con la enfermedad declarada, ante la certeza de que le quedan pocos meses de vida, la curiosidad sobre su propia muerte le impulsa a "leer con avidez cualquier descripción de las últimas horas de Keats, Gibbon, Oscar Wilde y Baudelaire", para concluir: "Cosa sorprendente, me ha reconfortado muchísimo, en especial el último, que murió de parálisis en un hospital de Bruselas".

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