El roble y las nueces
Al árbol de Gernika no le ha matado un hongo, tal y como nos han dicho. Ni siquiera lo han matado las altas temperaturas, como nos han apuntado. Al árbol de Gernika lo han matado de tanto agitarlo, de tanto sacudirlo unos para recoger las nueces otros. Veinte años de mover el árbol para recoger sus frutos son demasiados para este roble que hoy toca a su fin. Ahora, con los cestos llenos de nueces, pero aún con un hambre insaciable, plantarán otro. Y unos seguirán moviendolo. Y otros recogiendo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.