El Rastro, bien cultural
Soy madrileña y si hay algo que me gusta hacer los domingos es pasear por el Rastro; no es necesario comprar nada, es casi un ritual: empiezas en la glorieta de Embajadores, subes por la calle del Humilladero hasta Cascorro después a Latina (por supuesto haciendo las paradas de rigor para tomar unos pepinillos aquí, unos caracoles allá, una paellita...), ves a la gente paseando, gente de todas las nacionalidades, turistas y, por supuesto, madrileños que como yo, empezaron a ir ya desde el carrito. A mi padre le llevaba el suyo a cambiar cromos, y mi abuelo, cuando era pequeño, criaba canarios y sacaba unos reales (cuántas veces me lo habrá contado); yo, que tengo cerca de treinta años, espero poder llevar a mis hijos y contarles que su abuelo y su bisabuelo ya paseaban por esas calles los domingos. ¿Quién me puede quitar eso?
Por ello, pido la colaboración de todas las personas simpatizantes del Rastro: tenemos que conseguir 500.000 firmas para que no trasladen el Rastro del centro.
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