De Allende Sierra
El sábado 24 fuimos mi mujer y yo a la marcha de primavera del proyecto Allende Sierra. Se trataba de cruzar la sierra de Guadarrama por el puerto del Reventón, saliendo de los jardines de La Granja y llegando al monasterio de El Paular, en Rascafría. Yo soy segoviano y ella es madrileña, vivimos en Las Rozas y vamos con frecuencia a Segovia los fines de semana. Así que nos encajaba tanto la inciativa de unir las dos vertientes de la sierra como las ganas de un buen paseo por el campo.
Fue una experiencia en la que todos los instrumentos que mediatizan nuestra existencia quedan lejanos y un poco absurdos en su trascendencia, así como las denominaciones "regionales" de los lugares. No encontramos diferencia alguna entre las dos vertientes de la sierra que no fuera paisaje, flora, una cuesta arriba y la otra cuesta abajo, una cara norte y otra cara sur. No sentimos que cruzábamos frontera alguna. Sólo estaba la naturaleza alrededor, unas imágenes bellísimas de primavera, de laderas todavía jaspeadas por la nieve, del sol limpio de abril.
Dejar el coche en su sitio, andar, con los pies, levantar la vista, apreciar, respirar, meter ese aire limpio, lleno de olores agradables, notar la luz, la belleza, la armonía de lo natural, cargarse con ello, comentar los detalles, bromear por la falta de resuello, pisar la nieve, ponerse rápidamente toda la ropa de la mochila porque una nube tapa la parada de la comida en lo alto, hablar con los de al lado sin presentaciones ni rodeos, hablar con los de al lado porque durante la marcha han cambiado y son otros con la misma cercanía de la bota y el bastón; todo eso contrapuesto con ese otro ocio lleno de y colas y precios de millón, no hay color. Felicitaciones a los padres de la iniciativa y a la organización, que estuvo genial, y para la niña Isabel, que cumplía ocho años y que hizo la marcha con soltura envidiable, buena escuela, la mejor.
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