El FMI que encontrará Rodrigo Rato
El candidato más seguro a director gerente del Fondo deberá, según el autor, dar nuevas respuestas a los problemas actuales.
El señor Rodrigo Rato va a ser el nuevo director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI). Lo primero que hay que hacer es felicitarle porque es, sin duda, un gran éxito personal. Hay amplio consenso en que sus logros al frente de la economía española han sido un factor determinante para la elección. Es muy positivo que cargos de esta importancia se deban al historial y méritos de los candidatos, y no a sus ideologías ni afiliaciones políticas. Un buen ejemplo a imitar a todos los niveles y en todas partes.
La elección del señor Rato para dirigir el FMI es también un éxito del país. España no pudo ser miembro del FMI hasta 1958 (la institución se fundó en 1944) por razones políticas. Pero fue la llegada de la democracia la que impulsó la incorporación de España al concierto de las naciones libres y democráticas. En el caso del FMI, este proceso ha dado frutos de forma seguida y rápida. Así, en 1978, España tuvo por primera vez un director ejecutivo propio en la institución, cargo que tuve el honor de desempeñar. En 1983, el ministro Boyer fue el primer español que presidió las Reuniones Anuales del FMI y del Banco Mundial. En 1988, el señor Solchaga presidió, también por primera vez para España, el entonces llamado Comité Provisional de la Junta de Gobernadores del FMI. En 1994 se celebraron en Madrid las reuniones del cincuentenario del FMI y del Banco, que fueron las primeras que tenían lugar en España. Y el último hito es la llegada del señor Rato a la jefatura del FMI. Una verdadera lección que demuestra los éxitos que se pueden conseguir en un país democrático decidido a integrarse en el concierto internacional.
El actual FMI pondrá a prueba la capacidad del señor Rato para enfrentarse a los problemas. Se encontrará con una institución cuestionada y con serios problemas para adaptarse al fluido y complicado mundo económico y financiero del siglo XXI. Cuando el FMI nació, en la posguerra, las cosas eran mucho más sencillas. Los tipos de cambio eran fijos (sistema de paridades); los mercados financieros eran pequeños y estaban bajo el control de las autoridades monetarias. La economía financiera estaba armónicamente acoplada con la real y la supervisión del sistema por parte del FMI era, en general, fácil y plácida.
Estas condiciones iniciales en las que empezó a actuar el FMI han ido cambiando a partir de los años sesenta. Por una parte, los cambios fijos entre las monedas han sido sustituidos por un régimen de flotación. Por otra, los tímidos mercados financieros de la posguerra se han convertido en protagonistas principales. Además, se han globalizado y han adquirido volúmenes de giro capaces de decidir los vaivenes de la economía mundial. Finalmente, pero no menos importante, los temas del desarrollo y de la desigualdad de riqueza entre los países han pasado al primer plano. El FMI ha tenido que buscar su adaptación a estas nuevas circunstancias en un proceso de reforma que es, hoy, parte integral de su funcionamiento.
El señor Rato se encontrará, por tanto, con una institución que busca su encaje en el mundo actual. Ello supone la necesidad de ir ensayando respuestas a varias cuestiones fundamentales. En el resto del artículo me referiré a algunas de las más importantes. Quizá la básica es la de precisar si el FMI debe volver a sus raíces y ceñirse a la tarea de estabilizar el sistema financiero internacional a través de sus políticas y recursos como proponen algunos (por ejemplo, el Informe Crow) o la actuación del FMI debe adentrarse en los terrenos del desarrollo y sociales como propugnan otros (por ejemplo, J. Stiglitz). En otras palabras, la pregunta es: ¿hasta dónde debe llegar la condicionalidad del FMI hoy? ¿Y cómo debe articularse?
El segundo gran problema con el que se encontrará el señor Rato al llegar al FMI es el de calibrar cuál debe ser el papel de la institución en las crisis financieras internacionales. El FMI ha hecho una meritoria labor técnica para estudiar estos fenómenos e incluso intentarlos prever. Pero la realidad tiene tendencia a rebasar cualquier marco de referencia. Ello obliga al FMI a tener que improvisar en exceso ante casos que cada vez son diferentes y más complejos. También le obliga a "paquetes de rescate" de gran envergadura, concentrados en unos pocos países, que fuerzan al máximo los recursos de la institución, que no han evolucionado de acuerdo con sus crecientes responsabilidades. Dentro de este capítulo, cabe también mencionar la cada vez más complicada relación del FMI con el sector privado a la hora de rescatar los países de las crisis que les aquejan. El caso reciente de Argentina ejemplifica muchos de estos problemas.
El tercer grupo de problemas a los que se está enfrentando actualmente el FMI son los referentes al contenido de sus recomendaciones económicas. De forma creciente se cuestionan los planteamientos de la institución que tienden a frenar, más o menos drásticamente, la demanda, con unos efectos sociales que cada vez se toleran menos. Quizá en este terreno el problema no es tanto el de encontrar fórmulas económicas innovadoras, que seguramente no existen, como desarrollar una metodología económica más coherente, con capacidad de adaptación a las diversas circunstancias que se presenten, y saberla "vender" desde la propia convicción, que no siempre ha existido. Sólo desde una base sólida puede la labor de supervisión del FMI recuperar las cotas de autoridad moral que necesita para ejecutar eficazmente su misión.
El señor Rato también se encontrará con problemas dentro de la propia institución. Seguramente el más importante, que se tendrá que afrontar sin gran demora, es el de encontrar fórmulas más equitativas de representación de los países en los órganos de decisión del FMI, y especialmente en el Consejo de Administración. Éste es un delicado problema político que está en la base de la recuperación de credibilidad del funcionamiento del FMI como institución respetada por todos los países.
Muchos son, por tanto, los retos que esperan al señor Rato al frente del FMI, que es, sin duda, la organización financiera internacional más importante del mundo. Tendrá que enfocar una combinación de problemas técnicos y políticos a los que una persona de la trayectoria y características del señor Rato debería poder hacer frente con éxito. Éste es por lo menos el deseo y la esperanza de los que hemos dedicado muchos esfuerzos, bastantes de ellos desde dentro del propio FMI, para abrir España al mundo y que hoy nos alegramos de ver al señor Rato llevando este proceso a cimas impensables hace sólo unos pocos años.
Joaquín Muns es ex director ejecutivo del FMI, catedrático de la Universidad de Barcelona y consejero del Banco de España.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.