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AUTOMOVILISMO | Gran Premio de San Marino: 10º aniversario del accidente mortal del campeón brasileño

Un piloto del... presente

Tras chocar contra un muro de Imola, una pieza del coche se clavó en la cabeza de Ayrton Senna

El del Gran Premio de San Marino de 1994 fue un fin de semana terrible. El viernes, el brasileño Rubens Barrichello sufría un espectacular accidente. El sábado, durante las pruebas de clasificación, moría el austriaco Roland Ratzenberger. El domingo, la carrera tuvo que ser neutralizada por el choque entre J. J. Lehto y Pedro Lamy y, una vez reiniciada, en la séptima vuelta, el Williams FW16 Renault del brasileño Ayrton Senna da Silva impactó a 230 kilómetros por hora contra el muro de protección, justo antes de la curva de Tamburello, del circuito de Imola. Una pieza de la suspensión delantera derecha atravesó el casco y se le clavó en la cabeza. Eran las 14.21 horas de aquel 1 de mayo.

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Ahora se cumplen diez años. La fórmula 1 ha evolucionado enormemente desde entonces, pero todos los protagonistas de este deporte están convencidos de que Senna, pese a que tenía 34 años y había conseguido tres campeonatos del mundo, era un piloto del futuro, es decir de este presente.

Pese a haber nacido en una familia rica y poseer un talento nato desmesurado, Senna no lo tuvo fácil para llegar a la élite. Debutó en 1984, en el Gran Premio de Brasil, en un Toleman y sus primeros resultados fueron como para tirar la toalla. En el de San Marino de aquel año, por ejemplo, ni siquiera logró clasificarse. Pero llegó el de Mónaco y se puso a llover: el agua, es sabido, reduce las diferencias técnicas e iguala las habilidades.

Tan sólo había logrado el 13º puesto en la parrilla de salida, pero en la séptima vuelta ya era el sexto. El francés Alain Prost iba en cabeza con su McLaren-Honda, pero, al intentar evitar al bólido de Teo Fabi, que había derrapado, se llevó por delante a uno de los comisarios y, aunque siguió, levantó inconscientemente el pie del acelerador sin saber si el hombre que había arrollado había sobrevivido al impacto.

El británico Nigel Mansell tomó entonces la delantera y, bajo la lluvia, empezó a distanciarse de todos con gran facilidad. Pero su fogosidad le traicionó. Otro de los grandes, el austriaco Nicky Lauda, que iba el segundo, también cometió un error y se salió de la pista. Así, en la vuelta 20ª, Prost había recuperado el liderato y detrás de él, a 33 segundos, se encontraba el novato Senna. En la 31ª seguía lloviendo y el francés sentía el aliento del brasileño, a siete segundos. A cada paso por la meta, Prost gesticulaba al director de la prueba para que la detuviera por el aguacero. Fue mucha la presión de todo un campeón mundial para resistirla. A Senna le robaron su primer triunfo.

Pero su leyenda empezó pronto y no sólo se alimentó de su talento, sino de una combinación de circunstancias que hizo que, en un momento dado, se encontrara en los circuitos con rivales de las dimensiones de Mansell, Prost, su compatriota Nelson Piquet y Lauda. Pero desde el primer momento en que se subió a un fórmula 1 ciertos detalles no pasaron por alto a los ingenieros.

Uno de los jefes de diseño de Renault, Pat Symonds, que ya entonces trabajaba en Toleman, recuerda el Gran Premio de Estados Unidos de 1984, en Dallas, en un circuito urbano perfilado con grandes bloques de cemento en las esquinas. Senna llegó a ir el cuarto, pero tuvo que retirarse tras tocar con una de esas paredes. "Cuando volvió a los boxes, parecía sorprendido por el hecho de que hubiera chocado", recuerda Symonds, "hasta el punto de que nos dijo: 'Sé que no he cometido ningún fallo. El muro debe de haberse movido'. El bloque pesaría 20 toneladas, por lo que todos nos mostramos escépticos, pero Senna insistió de tal forma que consiguió convencerme para que, después de la carrera, diéramos una vuelta al circuito para comprobarlo. Y el muro, efectivamente, se había movido. Alguien había chocado contra el bloque anterior, lo que había provocado un desplazamiento de unos cuatro milímetros en el siguiente, de modo que la transición entre ambos había perdido la continuidad y podía apreciarse un minúsculo escalón. Era la primera temporada de Senna y me sorprendió comprobar la precisión con la que conducía".

Era un tipo inteligente, pero también alguien que una vez en la pista no pensaba. Una combinación extraña en la alta competición. La combinación entre el hombre supersticioso y su precisión casi robótica y la necesidad de entender científicamente lo que sucedía en el coche.

Hay una frase de Senna que podría explicar este rasgo. La pronunció tras efectuar el mejor tiempo en los entrenamientos del Gran Premio de Mónaco de 1989. "Súbitamente, percibí que no era yo quien guiaba el coche, que no lo estaba guiando conscientemente", le dijo a un amigo suyo, periodista; "estaba en una especie de dimensión diferente, en un túnel, más allá del límite. Pero era capaz de ir aún más rápido".

Ayrton Senna recibe las primeras asistencias tras ser sacado de su bólido.
Ayrton Senna recibe las primeras asistencias tras ser sacado de su bólido.ASSOCIATED PRESS

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