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Crítica:ÉTNICA | Manecas Costa
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Proteínas africanas

Otro pequeño país al que se va a poder emplazar gracias a la música: Guinea-Bissau, antigua colonia portuguesa en África occidental. Otra región que ha sufrido las atrocidades de guerras civiles, sin despertar la atención mediática por no disponer de los recursos apetecidos por la voracidad de Occidente. Un estado de millón y medio de habitantes, con una esperanza de vida que no llega a los cincuenta años.

Con un hermoso disco grabado y publicado por la BBC el año pasado, Paraíso di gumbe, Manecas Costa contribuye a sacar del limbo a este país a la sombra de gigantes musicales como Senegal o Mali. Un disco de factura delicada, predominantemente acústico. Sorpresa: para su presentación en Madrid, el cantante y guitarrista prefirió dejarse llevar por el indomable espíritu rítmico. Trajo una propuesta mucho más proteica que la que cabía esperar de la escucha atenta de su compacto. Hasta teclado llevaba, un sintetizador cuyas primeras notas probablemente hubieran provocado el desdén de sus productores británicos. Y es que los gustos ingleses y africanos no suelen coincidir.

Manecas Costa

Manecas Costa (guitarra y voz), Omar Djalo (guitarra eléctrica), Rolando (bajo), Fernando Carlos (batería), Ernesto da Silva (percusión), Mimito Lopes (teclado) y Caxuxa (coros). Sala Caracol. Madrid, 20 de abril.

Introdujo el tambor de agua, esa media calabaza dentro de un gran recipiente lleno de agua, colocada boca abajo sobre la superficie líquida. Es la base del gumbe, el ritmo sobre el que se construyen las canciones del guineano y que, curiosamente, viajó desde Jamaica hasta Sierra Leona con los esclavos libertos y acabó por quedarse en Guinea-Bissau.

Puntos comunes

La gira por cinco ciudades españolas le sienta bien a la autoestima de este hombre que ha vivido 14 años en Lisboa, prácticamente escondido, no por los motivos políticos que le impulsaron a abandonar su país, sino por el desinterés hiriente hacia su música. Nada personal. Ya le ocurrió a la caboverdiana Cesaria Evora, rescatada por los franceses, o al angoleño Waldemar Bastos, apoyado desde Nueva York. Sus antiguas colonias africanas no parecen despertar demasiado aprecio entre los portugueses. Y aunque hay diferencias entre las músicas de Cabo Verde, Angola, Mozambique o Guinea-Bissau, son más los puntos en común: la sensualidad del criolu -mezcla de portugués con los idiomas locales- y una aproximación lírica a las canciones.

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