"El ocio es la gran asignatura pendiente"
Pregunta. ¿Queda algo en usted todavía del filósofo?
Respuesta. ¡Ahora es cuando soy filósofo! La filosofía siempre ha sido la última barricada del saber. A principio de siglo era la filosofía del lenguaje, caía ya la filosofía de la ciencia, y al final ha quedado la ética y la estética. Al final resulta que el ocio, que ha sido la actividad social más tarde descubierta, es la última barrera, porque es una faceta que aún no está sistematizada ni integrada. La gran asignatura pendiente de la sociedad occidental es el ocio y las reflexiones sobre el tiempo libre, porque al final, como no sabemos qué hacer con el tiempo libre, el ocio se está convirtiendo en una forma más de consumo. Y en eso estamos algunos de mi generación, que ya han hecho de esto una actividad profesional.
P. ¿Cuál es el reto?
R. El poder se encuentra muy incómodo cuando tiene que asumir que el ciudadano tiene tiempo libre. Durante las ocho horas de trabajo nos tienen controlados, pero en el tiempo libre parece que el ciudadano es peligroso. El ocio es una barricada en la que la sociedad ha ido más deprisa de lo que ha sido capaz de acometer la Administración. En realidad, ha habido más desconocimiento que mala voluntad. Los indicadores económicos del ocio son muy importantes y el político se ha dado cuenta de que hay que cambiar de estrategia.
P. ¿Qué le indujo a montar las discotecas Chocolate y Heaven?
R. Fui el universitario clásico que se puso a trabajar de disc jockey. Era un disc jockey pésimo, pero tuve la suerte de estar en el momento adecuado en el lugar adecuado. Pero en 1983 había una música interesante en Valencia. Porque detrás de todo el ruido había una referencia cultural, ya que entonces en las fiestas celebrábamos el mayo francés, o la perestroika, o nos peleábamos con el Arzobispado porque repartíamos preservativos. Cuando ir a discotecas era una cosa de garrulos y pandilleros, éstos eran unos locales diferentes a los que acudía la gente moderna de la cultura y la progresía.
P. ¿Se les fue de las manos?
R. En aquel momento la cultura del ocio iba asociada a evasión, y ahora, a consumismo. La evasión establecía al límite el coqueteo con el consumo de drogas legales e ilegales, y esa situación provoca un deterioro en gente poco formada que termina teniendo unas consecuencias personales negativas. Ese fenómeno ya estaba descubierto en los años sesenta en Inglaterra, pero aquí llevábamos 40 años de retraso. Ese rito de iniciación que es la adolescencia ha hecho pagar un precio a todos los adolescentes de la historia de la humanidad. Es un momento peligroso y hay quien se ha perdido. Pero en los noventa se tomó conciencia de esa realidad que en toda Europa se vivía con normalidad. Ese debate sirvió para que nos dejáramos de hipocresías sociales.
P. Desde entonces usted se dedicó a hacer pedagogía.
R. Por una parte, había un desencuentro social y generacional, y por la otra, había que dignificar e integrar el turismo convencional con el emergente. Y ese discurso había que trasladarlo y hacerlo entender a los políticos. La gente viene a Valencia por el ocio. No nos tiene que saber mal que Valencia sea una ciudad divertida, y esa realidad económica no tiene por qué suponer una fractura social. Y ahí se está produciendo una concertación entre el movimiento vecinal y los empresarios de hostelería para concienciar a los usuarios de que es posible disfrutar sin molestar a otros. A fin de cuentas, sólo hay que ponerse en el lugar del otro.
EN DOS TRAZOS
Vicente Pizcueta (Valencia, 1962) estudió filosofía pura y, sin ser un hombre de la noche, desde las discotecas Chocolate y Heaven se convirtió en uno de los gurús del nuevo concepto de ocio de los ochenta, luego sepultado bajo la criminalizada connotación de la 'Ruta del Bakalao'. En 1997 se apeó de la corriente y desde diversas instancias, como Controla Club o Empresarios por la Calidad del Ocio, se consagró a hacer pedagogía del ocio entre empresarios, vecinos y clientes para dignificarlo y dotarlo de garantías y ética.
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