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PROGRAMAS

Programadores de campeonato

A falta de cinco segundos para el final, Edgar González envió la última respuesta sin que le temblara el pulso. Si era aceptada, sería el cuarto problema resuelto. La decisión valió la pena porque su equipo, formado por tres estudiantes de la Universidad Politécnica de Cataluña, ha quedado en el puesto 15 del torneo de programación más importante y antiguo del mundo, el 28º International Collegiate Programming Contest, organizado por la Association for Computing Machinery y patrocinado por IBM. Los campeones del mundo, los rusos del Instituto de Mecánica Fina y Óptica de San Petersburgo, fueron capaces de resolver siete de diez complejos problemas de computación en las cinco horas que duraba el torneo.

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Capacidad de trabajo en grupo, dividir los problemas según el perfil de cada miembro y alta velocidad para codificar e introducir el programa son los requisitos necesarios para triunfar en esta batalla de cerebros en la que lógica, estrategia y resistencia son básicas.

En la final, celebrada en Praga hace un par de semanas, compitieron 73 equipos de lo más granado de la programación universitaria. El objetivo del torneo es promover la nueva generación de talentos informáticos, asegura Gabriel Silberman, director de los Centros de Estudios Avanzados de IBM. En la presente edición han participado 1.400 universidades de 75 países.

Encerrados en una gran sala del palacio municipal Obecni Dum, sin poder comunicarse con sus entrenadores, y donde los móviles están absolutamente prohibidos, los estudiantes han estrujado sus neuronas para resolver complejos problemas computacionales. Uno de los más difíciles era escribir un programa que permitiera a un robot deducir el límite superior del peso de los objetos contenidos en una serie de cubos. Pero nadie fue capaz de responder un problema sobre hileras de hormigas: "Era necesaria demasiada codificación", explica Edgar González, 23 años, un estudiante de la UPC que estudia japonés para poder leer los manga en versión original. También debía solucionar cuál sería el radio más grande para un helipuerto circular construido en el techo de un edificio. En general, se quejaban de que habían introducido demasiados problemas geométricos: "No había variedad", señala Omer Jiménez, 25 años, estudiante de informática y licenciado en matemáticas, que llevó su propio teclado para evitar los quebraderos de cabeza de la fase europea en París.

El más joven del equipo español es Tomás Lloret, de 19 años, estudiante de informática y de física. Los problemas los eligen profesores de alto nivel, alguno es fellow de IBM, la mayor categoría técnica de la multinacional. En la fase de concurso, se convierten en jueces, pero no verifican el problema que plantearon. Los estudiantes, que pueden solucionar un problema en una hora, son unos fenómenos capaces de dar una paliza al mejor técnico, que podría estar ocupado una semana resolviéndolo.

Los equipos formados por tres estudiantes sólo disponen de un ordenador en el que introducir el programa, probarlo y enviarlo a los jueces. "Es un cuello de botella difícil de resolver", explica Salvador Roure, uno de los entrenadores de la UPC. Mientras uno teclea, los otros dos leen los enunciados y escriben el código en papel. No sólo cuenta la rapidez, sino también la falta de errores. El estudiante prueba el programa con un ejemplo y, si cree que funciona, lo envía al juez. Éste ejecuta en su máquina todos los casos posibles; si hay un solo fallo, reenvía el programa al equipo y le penaliza con 20 minutos, pero no le dice dónde ha fallado.

Lenguajes

Tampoco sirve si el programa tarda más de 10 segundos en ejecutarse. En caso de acierto, un ayudante lleva un globo al equipo: las risas están garantizadas. A más globos, mayores aciertos. Quienes participan en este tipo de concursos pueden ser fichados como programadores por una gran empresa de software con los ojos cerrados. Los estudiantes pueden escribir los programas, que funcionan sobre Linux, en los lenguajes C++, C, Java y Pascal: "C++ es el ideal por la librería que ofrece y su eficiencia", señala Roure, mientras que descartaron Java "por su lentitud".

Los estudiantes están aislados de entrenadores y público. Los teléfonos móviles están prohibidos y la organización dispuso un sistema para detectarlos; tan fiable era que descubrieron a un miembro de la orquesta hablando plácidamente con algún familiar. En el torneo participaron todo tipo de jóvenes, desde una joven tocada con pañuelo en un equipo iraní hasta otro equipo, el único, formado exclusivamente por chicas. Quizá los más raritos, a juicio de otros competidores, son los ganadores del Instituto de San Petersburgo: "Muy brillantes, pero poco comunicativos", asegura un compañero. Serguéi, de 20 años, dijo a regañadientes: "Llevo tres años preparándome para este tipo de concursos", y se marchó a celebrar el triunfo. Los norteamericanos, después de unos años con bajo rendimiento, volvieron a colocar un par de equipos entre los 10 primeros.

Silberman asegura que si no se desarrolla la nueva generación de innovadores, de inventores, gente con talento y perfil basado en las tecnologías de la información, será un impedimento no sólo para el mercado, sino también para la sociedad.

Una de las participantes en el 28º International Collegiate Programming Contest.
Una de las participantes en el 28º International Collegiate Programming Contest.J. C. A.

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