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Columna
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Hasta que les llega el turno

El domingo, en una inteligente entrevista hecha por Javier Chaparro para el grupo Joly, Javier Arenas decía conformarse con que Canal Sur le prestara la mitad de la atención que TVE le ha dado a Zapatero mientras estuvo en la oposición: "Si Canal Sur", dijo, "me dispensa el cincuenta por cierto del tiempo que TVE, que el famoso Urdaci, le ha dispensado a Rodríguez Zapatero, yo firmo mañana ante notario".

La frase de Arenas estaba impregnada del "y tú más" que ha servido de divisa al PP durante ocho años en el poder. Pero, además, comulgaba con la idea rudamente expresada varias veces por el imparable Gaspar Zarrías: la información es un arma en manos de los políticos de la que ninguno de ellos puede dejar de hacer uso, ya que, si lo hiciera, estaría rindiéndose en un "desarme unilateral".

Resulta sonrojante que después de tantos años de democracia se siga considerando a los medios de comunicación públicos como patrimonio personal de los que detentan el poder político. En los países con democracias más ricas y veteranas, nadie pone en duda de que se trata de un servicio más, que facilita a la ciudadanía una programación ajena a los intereses económicos y una información independiente.

Al igual que los ciudadanos tienen derecho a beber agua no contaminada y a ser informados con detalle de los aditivos que contienen los alimentos, deben poder fiarse de los medios de comunicación que pagan con sus impuestos. Deben poder tener una idea clara de los acontecimientos. Por ejemplo: conocer el auténtico alcance de una huelga general, sin que TVE se lo escamotee, o el contenido certero de una nueva ley, evitando, como sucedió en Andalucía, que se extienda el pánico entre los jornaleros a los que Canal Sur dio a entender que el PP iba a acabar con el PER, cuando en realidad sólo pretendía cerrar la puerta a nuevos perceptores.

La derrota del PP el 14-M ha demostrado que el rígido control de los medios de comunicación no es una vacuna contra el fracaso electoral. No es la primera vez que sucede: la desaparecida UCD perdió el poder mientras RTVE estaba en manos de Carlos Robles Piquer, un político al que le gusta firmar sus escritos con la dignidad de Embajador de España, pero del que los que tienen memoria recuerdan que fue responsable del aparato censor franquista.

Si el control de los medios no garantiza la victoria electoral, ¿por qué los políticos insisten en patrimonizarlos? Siempre he pensado que la verdadera razón es la vanidad, la misma que les lleva a rodearse de una cara y extensa panoplia de atributos: secretarios, aduladores, cogecosas, coches de gran cilindrada a través de cuyas ventanillas ven la realidad...

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No debe de ser casual que coincida la existencia de televisiones públicas sumisas y la presencia en el poder de políticos enamorados de los atributos de sus cargos, enamoramiento que envenena a todos, incluyendo a los de IU que tienen la posibilidad de disfrutarlos.

Por eso no tiene que extrañarnos que nunca se plantee el derecho de la ciudadanía a recibir información de calidad, sino sólo el derecho de los políticos de la oposición a recibir mejor trato. Ellos se conforman con cualquier cosa. Hasta que les llega su turno.

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