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Crítica:TEATRO | 'Y los peces salieron a combatir...'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ojos humanos

Copio una frase del texto: "¿Se da cuenta, señor puta, de que este pescado tiene ojos de hombre? Se han ahogado tantos negros que los peces comienzan a tener ojos de hombre. Cualquier día aprenderán a hablar. ¿Se lo imagina, señor puta, los lenguados protestando? (...). Habría que darles escopeta a los pescadores. Perdone, pero yo no podría comerme un pescado con ojos y voz de hombre. ¿Y usted?". Y otra frase del programa: el día en que se estrenó esta obra, el 31 de octubre de 2003, "comenzaron a aparecer los cadáveres de los 36 inmigrantes (nunca sabremos realmente cuántos desaparecieron y fueron comidos por los peces) a los que una maquinaria mediocre, mezquina y desalmada prácticamente dejó morir ahogados en la mismísima bahía de Cádiz: No nos quedan otras palabras: asco y vergüenza". Éste es el punto de ignición de la creación literaria escénica de la joven Ángela Liddel (1966). Ella es un monstruo escénico: modula la voz de arriba abajo, mueve los brazos, desvía el cuerpo como nos imaginamos que se hacía en la tragedia griega, expresa con la cara y las manos; y es autora de la palabra. Con las obras que lleva hechas, tiene un corpus libertario y directo, y se lo escupe a la sociedad. Temo, claro, que la sociedad a la que ella se refiere no va a verla: van los que ya saben, los que ya están más o menos en esa conciencia. Es posible que nunca la den otros estrados.

Y los peces salieron a combatir contra los hombres

De Angélica Lidell. Intérpretes: Sindo Puche y Angélica Lidell. Escenografía, vestuario y dirección, Angélica Lidell. Sala Cuarta Pared-Atrabilis teatro.

¿Problemas? Claro, hay algunos. En ciertos momentos, sobre todo los grabados, no se entiende la palabra, que aquí es decisiva. Los símbolos quizá desorienten: una cruz hecha de lavadoras, una lámpara de araña, unas proyecciones -de ella misma y de su compañero escénico, callado pero enmascarado y desnudo-, ponen demasiada luz. Me cabe decir que a mí qué me importa eso, si el impacto que tiene el poema trágico y la monologuista y su compañero son imprecación es que se necesitan. Sólo que tanta sinceridad merece menos teatralidad. No sé si me explico: lo teatral es simplemente el teatro, la actriz y el texto frente al público: la teatralidad es lo añadido, lo exagerado, lo dispuesto para sostener una atención que se sostiene por sí misma.

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