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Reportaje:

El doctor Jekyll y 'míster' Olazábal

Cara y cruz del golfista vasco en Atlanta: de 65 golpes y líder el primer día a 77 el segundo

Carlos Arribas

Adam Scott, el golfista de moda, el jugador australiano de 23 años con el swing del estadounidense Tiger Woods y la pose del australiano Ernie Els, jugó el jueves en el mismo grupo que José María Olazábal. Se quedó impresionado. "¡Ufff, cómo juega Olazábal!", dijo, maravillado, el ganador la pasada semana del TPC, el quinto grande del circuito norteamericano.

Fue el jueves, en el torneo de Duluth, en las afueras de Atlanta (Georgia, Estados Unidos). Viento fuerte, frío insidioso. Un día extraño, diferente, en la rutina cotidiana del último español que ha ganado un grand slam. En mitad de una temporada "dura" -en sus propias palabras-, estadísticamente lamentable -siete torneos, una retirada por enfermedad, tres cortes fallados, ningún top 25, un 40º puesto como mejor clasificación, apenas 5.000 dólares de ganancias-, Olazábal, golfista de inspiración y trabajo, se sacó de la manga la ronda perfecta: 65 golpes: siete birdies, cero bogeys, 23 putts. Y, cuentan los testigos, señalan las estadísticas, qué juego de hierros. En tres hoyos, en tres de los birdies, dejó la bola con su segundo golpe a menos de un metro del agujero y en otros dos a poco más del metro.

"Está cambiando muchas cosas que tenía que haber cambiado hace tiempo", dice su agente

"Sí", dijo Olazábal; "he dado un montón de sólidos hierros. He hecho unos cuantos buenos chips y el driver no me ha castigado en exceso. Ha sido un buen día".

Cuentan los que escriben las leyendas que Olazábal, de 38 años, dos Masters ganados (1994 y 1999), varios años ya bastante irregular, se transforma cuando llega la cita de Augusta. Como si saliera de una prolongada hibernación, el jugador de Hondarribia (Guipúzcoa) se despierta, afila sus sentidos, recupera su magia. Y Augusta, el Masters, el primer grande de la temporada, se disputa la próxima semana.

Pero hace justamente una semana, al día siguiente de que una ronda de 76 golpes supusiera la eliminación de Olazábal del TPC, Sergio Gómez, apoderado y confidente del vasco, explicaba que no había ningún problema, que todo iba mejor que nunca y que, por primera vez en mucho tiempo, Olazábal no había salido del campo echando pestes. "Pese al 76, me dijo que había visto más cosas positivas que negativas", decía Gómez; "está peleando muy duro y cambiando muchas cosas que tenía que haber cambiado hace mucho tiempo. Sigue fallando cosas, pero, en vez de fallarlas por 30 metros, las falla por 30 centímetros. Ha estado un par de semanas trabajando muy duro con Butch Harmon y todos los días se llevaba deberes a casa. Y también ha cambiado de actitud. Ya no busca atajos ni se hace trampas. Ha asumido que hay que trabajar sin desviarse un ápice de la línea marcada, siguiendo el ritmo de pedalada que le han impuesto".

El jueves por la noche, terminando su conferencia de prensa, Olazábal advirtió: "Pero esto ha sido así todo el año. Un día puedo tener una buena ronda, como ésta, pero al siguiente no me sale nada bien".

Conoce bien sus problemas Olazábal. Y la ciencia del golf.

Ayer, segunda jornada, mismo campo, mismo viento, mismos compañeros. Donde el jueves hubo una precisión absoluta, ayer hubo extravío; donde birdies, bogeys y dobles bogeys ; donde 23 putts, 30; donde 65 golpes, 77. Como si en vez del doctor Olazábal hubiera salido al campo míster Hyde, el jugador que sigue buscándose, buscando la perfección del golf.

Por otra parte, el malagueño Miguel Ángel Jiménez marchaba líder tras la segunda jornada del Open de Portugal, en Portimão. Con 135 golpes (-9), aventaja en uno al irlandés Damien McGrane.

José María Olazábal indica a la pelota el camino del hoyo<b>.</b>
José María Olazábal indica a la pelota el camino del hoyo.EFE

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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