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Columna
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¡Flipa con Internet!

¡Jo, esto del Internet está muy desordenado! El otro día estaba buscando con mi hermano pequeño una página sobre animales en vías de extinción, y de repente me salió una página de esas en las que un señor y una señora... bueno, pues eso. A mí me dio un poco de asco y un poco de miedo, porque parecía que el señor estaba obligando a la señora a hacer cosas que ella no quería. ¡Qué raros son los mayores! Mi padre me dijo el otro día que según un estudio o no sé qué, muchísimos niños se quejan de que cuando quieren ir a un sitio en Internet, acaban en otro, con fotos de sexo, y tal. Yo no soy tonto, nada de eso, pero me molesta que cuando quiero ver un lince ibérico me salga una rubia rusa. Mi hermano el canijo, que no tiene ni idea, dice que a él no le importa, porque él no es metrosexual, sino kilométricosexual. ¡Con la pilila tan pequeña que tiene!

Como papá no quería que fuésemos sexuales desde tan pequeños, al principio estaba siempre con nosotros cuando encendíamos el ordenador y navegábamos por Internet. ¡El pobre se aburría bastante porque no tiene ni idea de Internet! Ahora, como él trabaja mucho y nosotros pasamos cada vez más tiempo navegando, no puede acompañarnos. Es una pena, porque ya no nos traduce cositas del inglés, que es el idioma en el que está escrito casi todo, a pesar de que los niños astronautas, o como se diga, seamos de todas partes, y un montón de nosotros hablemos castellano o euskera. Papá dice que ahora hay que aprender mucho inglés, pero con "My taylor is rich" no se baja ningún juego, ni ningún sófuar, que yo sepa. ¡Los niños ingleses, desde luego, son unos enchufados!

Unos chavales mayores del cole me han dicho que cuando tenga catorce años me gustarán esas páginas de sexo que encuentro cuando busco al Pato Lucas. Según ellos, son lo mejor de Internet, junto con los chats y los juegos de pegarse y los sitios donde se ve sangre, que molan mucho. Cuando se lo conté a papá, se enfadó bastante, y me pidió que no les hiciese caso. Me explicó que el sexo es otra cosa, y que, desgraciadamente, ya hay demasiada violencia en el mundo como para buscarla en Internet. Lo del chat no le pareció del todo mal, pero cuando llegó la cuenta telefónica volvió a enfadarse. Según dijo, aparte de que el chat costaba caro, habíamos conectado con un número raro por ordenador, y teníamos una factura de teléfono astronómica.

Por descontado, yo le eché toda la culpa al enano, porque me da que eso es manejarse en las nuevas tecnologías.

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