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OPINION DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Valía

El Madrid, los madrileños que he conocido no han sido nunca muy localistas ni reivindicativos de la patria chica. Seguramente el ser descendientes próximos del aluvión inmigratorio que soportó Madrid el pasado siglo nos hacía dudar sobre dónde buscar nuestras raíces culturales, incluso si era moderno o no plantearse tal búsqueda. Cuando hace unos treinta años comencé a trabajar y por ello hube de desplazarme por diversos lugares de España, llegué a sentir, por comparación, un poco de vergüenza por mi despego a esta ciudad, su historia, sus costumbres y sus posibles virtudes.

Siempre me pareció que vivía en una ciudad hospitalaria, abierta y en la que muy raramente se preguntaba a nadie por su procedencia, en la que las relaciones se establecían en base a lo que cada uno era, no de dónde venía. Casi todos, o los padres de casi todos, veníamos -ya entonces- de otras tierras y ese hecho resultaba ser un extraordinario nivelador cultural y social.

Ha tenido que ser la reciente tragedia la que me haga apreciar la esencia de Madrid: lo extraordinario del carácter de las personas con las que me cruzo a diario. Su autodisciplina y capacidad. Su generosidad, cercanía, humanidad y compresión del dolor de los demás. Su valía, en suma. Así es que hoy, siendo de Madrid, no es que sienta orgullo -no es mérito mío haber nacido en uno u otro lugar-, sino alegría por la suerte de que me nacieran aquí.

Es posible que esta insospechada reacción nos haga reflexionar y sirva para pulir un defecto -tan castizo y español, por otra parte- como es el de criticar lo propio hasta el menosprecio. No es que no podamos ni que no sepamos, es que, muchas veces, no queremos. Y el que quiera buscar raíces, ahora entenderá mejor el Dos de Mayo o el "no pasarán".- Luis José Herrero López. Collado Mediano.

Mi nombre es Laika, cuento con 16 meses de edad y en mi corta vida concurren varias circunstancias que hace que mis amos se sientan especialmente tristes por la matanza del pasado 11-M.

Mis amos han habitado en el barrio de Santa Eugenia durante 11 años de su vida, cuando el mismo era un remanso de tranquilidad, paz y armonía, hasta que el pasado jueves 11 de marzo unos descerebrados quisieron arrebatar a sus convecinos lo más preciado de lo que gozaba ese barrio, que es el derecho a vivir dignamente y en libertad, que a pulso y a través de los años y de forma democrática se habían ganado.

Mis amos, aunque en la actualidad residen en la calle del Doctor Esquerdo, conservan en ese barrio la amistad de muchos de sus ex vecinos y por ello sienten como propia la tragedia acontecida el 11-M.

Nuestra calle actual, en la que el ir y venir de las ambulancias al hospital Gregorio Marañón forma parte de nuestra vida cotidiana por la proximidad de nuestro actual domicilio a este centro hospitalario, se transformó el pasado día 11 en un verdadero infierno, convirtiéndola en testigo de primera línea de una tragedia que, sin precedentes en nuestro país, alcanzaba límites jamás pensados para quienes residimos en esa calle. Yo no sabía qué estaba sucediendo, pero ladraba insistentemente demandando la atención de mi ama porque estaba asustada, al mismo tiempo que lamía las lágrimas que mi ama derramaba, pero yo, que no tengo entendimiento pero sí sentimientos, me daba cuenta de que algo anómalo estaba acaeciendo aquella mañana del 11-M.

Os decía que en mi corta vida se dan unas circunstancias que han querido, de un modo u otro, que me encuentre ligada a la tragedia que ha acontecido, porque yo también soy una perrita inmigrante. Llegué a la ciudad de Madrid en enero del pasado año, procedente de Hungría, y el destino ha querido que mi amo, el 5 de enero de 2003, me adquiriera en el centro veterinario sito en Santa Eugenia, a pesar de que hace ya 16 años que no reside allí. Y me adoptó para devolverle a mi ama la sonrisa y la alegría de vivir que había perdido, ya que por aquel entonces se encontraba sumida en una profunda depresión. Sólo quiero reivindicar con esta misiva que, por favor, no llamen perros a esos asesinos porque no merecen ser calificados como tales, porque, como dijo Alejandro Casona, "los perros no piensan, pero distinguen enseguida a los malos de los buenos".

Y mis amos, que me cuidan y me quieren, aunque no son madrileños de nacimiento, sí lo son de sentimiento y de corazón, y dicen que después de 40 años residiendo en esta ciudad Madrid se ha convertido en su pueblo y como dijo Berthold Auerbach: "El medio más seguro para valorar el grado de educación de un pueblo y de los hombres que habitan en él consiste en la manera en como consideran y tratan a sus animales", y los ciudadanos de Madrid, sean o no de nacimiento, están destrozados por la barbarie del pasado 11-M, y nada mejor para manifestar nuestra aflicción que no decir nada y seguir manifestando nuestro dolor con el respetuoso silencio con el que lo vienen haciendo todos los madrileños y a los que yo les debo el haber encontrado un hogar. Ah, por favor, no llaméis perros a los asesinos. Una perrita llamada Laika. - María Cruz P. Prieto. Madrid.

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