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Crítica:TEATRO | 'La serrana de La Vera'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La vengadora

Buenas eran aquéllas; se iban al monte, con arco y flechas, con espada o lanza, y agarraban a quienes pasaban, se los cepillaban -dicho sea en un lenguaje amable- y los mataban. Las debía haber por muchos sitios de España: tienen sus romancillos en el Moncayo o en La Vera. Luis Vélez de Guevara, el maravilloso escritor de El diablo cojuelo, debió inspirarse en un romance popular.

Vaqueras o serranas, o bandoleras, o bravías, solían decir que se fueron por un desengaño amoroso: la de Vélez de Guevara, por una clásica historia muy frecuente: el noble y capitán que se aloja en la casa de los villanos la toma y la abandona. Entre Vélez, el adaptador Landero de tan buen lenguaje -lástima de octosílabos, si los actores los pronunciaran bien medidos-, la directora María Ruiz y la actriz fina y catalana Mía Esteve hacen un personaje curioso: es bravía desde niña, y en los juegos vence a los hombres, y quizá fuera bisexual; si el capitán quisiera violarla, le mataría, pero la seduce. Y ella escapa, se echa al monte y mata hombres. No se ve mucho que sea para gozarles: más bien porque son hombres y todos son, ya se sabe, los mismos. Hasta a un antiguo enamorado caza y ata. Ese rincón de la sierra está muy concurrido: pasa todo el mundo por allí, hasta los Reyes Católicos, que, al final, tendrían que indultarla. Pero las leyes del teatro impiden ese indulto: hay que ahorcarla, y se la ahorca, o crucifica, o mata, no sé de qué manera, porque no se ve mucho.

La serrana de La Vera

De Luis Vélez de Guevara, versión de Luis Landero. Música de José Nieto. Intérpretes: Roberto Quintana, Joaquín Notario, Míriam Montilla, Mía Esteve... Dirección, María Ruiz. Compañía Nacional de Teatro Clásico, teatro Pavón. Madrid.

El decorado es ostentoso: cubre parte del patio de butacas y el público se ha de acomodar en el entresuelo. Es pequeño, pero no pienso que haya apreturas. Tampoco pienso que hubiera necesidad de hacer ese espigón como de feria, que se apaga y se enciende, y del que salen falos que resultan ser árboles luminosos.

Por terminar, no pienso que habría que hacer esta obra, de no hacerla muy bien, y no es el caso. La actriz no tiene voz ni facha para ese personaje, los actores pierden el ritmo, la construcción de los personajes es zarzuelera: ningún actor pierde su honor en ello, porque sus nombres están bien asegurados, como el de la directora María Ruiz. Se puede fácilmente olvidar que han hecho esta versión poco acertada de la obra de Luis Vélez de Guevara, pero se puede reclamar que un organismo público nacional que lleva muchísimos años dedicándose a la reconstrucción del teatro clásico español no haya conseguido un verdadero estilo de narrarlo y caiga en estas fallas.

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