La recuperación de Benito Rojas
Un herido ecuatoriano supera el primer diagnóstico de ceguera y recobra la vista
"Los médicos siempre exageran". Es la única explicación que encuentra Marta Elena Villavicencio a la recuperación de su amigo Ezequiel Benito Rojas Zambrano. Lo dice con una sonrisa de alivio. El 11-M los médicos diagnosticaron que era muy difícil que Benito se repusiera de las lesiones del atentado. Entonces era muy dudoso que fuera a recobrar la vista, y una pierna estaba tan lastimada que la daban casi por perdida, le dijeron a Sonia, su mujer.
Casi dos semanas después, los ojos de Benito, sin apenas pestañas ni cejas y rodeados de las peligrosas cicatrices de la metralla, brillaban optimistas en su cara cubierta de vaselina para aliviar el dolor de las quemaduras.
"Estoy bien", decía en su habitación compartida del hospital Gregorio Marañón, pese a su brazo en cabestrillo y una pierna -aquella por la que temieron los médicos- escayolada y pendiente de pruebas.
"Se ha recuperado muchísimo", dice Marta Elena. Ella sabe todo lo que le pasó a Benito porque él "se acuerda perfectamente". "Nos lo ha conversado todo", dice. El hombre, un albañil ecuatoriano de 37 años con cinco de residencia en España, viajaba en el primer tren, el que explotó en la estación de Atocha. "Salió despedido del vagón", explica Marta Elena.
Ella está recibiendo atención psicológica. Benito, no. "Él trata de tranquilizarse para tranquilizarnos a nosotras. Como somos todas mujeres...", dice Marta Elena refiriéndose al grupo -Sonia, ella, la tía Lourdes- que acompañan al paciente.
Mientras tanto, el enfermo, pendiente de su pierna y su cabeza -que le duele mucho- sólo pide, en voz muy baja para no forzar los pulmones heridos por la onda expansiva, un periódico.
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