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Ciutadans pel Canvi: punto y aparte

Josep Maria Vallès

Entre tantas iniciativas polémicas de Pasqual Maragall, se cuenta el impulso a la creación de Ciutadans pel Canvi. A juicio de algunos, nació como simple montaje de mercadotecnia electoral. En opinión de otros, arrancaba como intento renovador de difícil clasificación. A los cinco años de su creación, Ciutadans pel Canvi ha ido bastante más allá de ese tipo de operación. Es discutible hasta dónde ha llegado, y está por ver hasta dónde puede llegar. Es hora, pues, de marcar un punto y aparte. Es lo que pretende la Convención 2004 como ejercicio anual de balance y debate de la asociación. En esta ocasión (Mollet del Vallès, 27 de marzo), intentará responder a las preguntas sobre su inmediato pasado y su inminente futuro.

La Convención 2004 marcará un punto y aparte en Ciutadans pel Canvi, y planificiará su inminente futuro

¿En qué contexto se desarrolla este ejercicio? Está claro que el escenario ha cambiado mucho desde 1999. Se va asentando el Gobierno catalanista de izquierdas que preside Maragall y se está procesando el resultado del 14-M que dará lugar a un Gobierno socialista dirigido por Zapatero. No es poco: ambos hechos marcan un cambio de ciclo político. Pero el contexto está marcado también por fenómenos más profundos, cuyos efectos han aflorado estos últimos años.

De modo muy esquemático, puede decirse que se ha manifestado la potencia de combinar movilizaciones ciudadanas con actividad institucional y, más en concreto, con la acción electoral. A quienes sostienen que las manifestaciones y otras movilizaciones ciudadanas tienen poco impacto en la vida política, hay que responderles que sin tales movilizaciones -contra el PHN, contra la guerra de Irak, en pro de otra globalización y de otra Europa- no se habría creado el clima de opinión que dio lugar al vuelco electoral del 14-M. Y a quienes afirman la inutilidad del voto -para algunos, símbolo desprestigiado de la democracia representativa- hay que señalarles que, sin acudir a las urnas, las movilizaciones en la calle no habrían bastado para conseguir el cambio de mayoría y de Gobierno.

La lección es que hay que moverse en el ágora y en las instituciones. En el ágora -en la calle- se discute, se protesta y se propone. En las instituciones se escenifican los acuerdos y se les da fuerza de obligar a todos. Aminorar la distancia creciente que separa la calle de las instituciones ha sido empeño fundacional de Ciutadans pel Canvi, que no ha renunciado a trabajar en los dos ámbitos. Ha pretendido poner de manifiesto que un auténtico ejercicio de ciudadanía democrática no puede abandonar lo uno por lo otro: quedarse en la calle o encerrarse en las instituciones, a sabiendas de las dificultades que comporta este equilibrio y de las ambigüedades y suspicacias que genera entre propios y extraños.

Pero hay también otras dimensiones de fondo que han dado sentido a lo que podemos denominar proyecto Maragall, un discurso gradual y fragmentado que desborda etapas electorales. Ciutadans pel Canvi se entiende también en relación con aquellas dimensiones.

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En una primera dimensión se sitúa la política socioeconómica. Su objetivo es la cohesión social y territorial, a partir de la lucha contra desigualdades y desequilibrios entre individuos, grupos y territorios. La persecución de este objetivo no puede confiarse a la eficacia de una actuación solitaria o dominante del sector público. Tampoco cabe abandonarla a una presunta libertad del mercado. Sólo la acción concertada entre lo público y lo privado puede hacernos avanzar en cohesión social, con una doble participación que requiere equilibrios complejos y que no está exenta de riesgos.

Una segunda dimensión resalta lo nacional, pero excluyendo el nacionalismo o, mejor, lo que he llamado a veces el "nacional-estatismo". Cataluña debe afirmarse como una comunidad nacional, abierta y solidaria con los pueblos de España y de Europa. A través de una libre declaración de interdependencia, Cataluña expresa la reivindicación de participar en todas las decisiones que la afectan y, a la vez, manifiesta la voluntad de comprometerse -por la vía de un federalismo solidario- en las comunes iniciativas españolas y europeas.

Finalmente, una tercera dimensión parte de la idea de que -a la izquierda del espectro político- el sistema catalán de partidos responde a divisorias históricas, respetables pero poco operativas en el siglo XXI. La diversidad de acentos debe ser compatible con otras formas de concertación entre colectivos sociales y políticos: en lo electoral, en la acción del Gobierno, en la comunicación y elaboración de políticas. A partir de la incipiente expresión del tripartito, hay que pensar en una constelación progresista, que no se uniformice ni burocratice y que sirva de nuevo instrumento de movilización cívica, de participación electoral y de apoyo crítico a la acción de gobierno.

Son estas tres dimensiones las que encuadran el proyecto de Ciutadans pel Canvi: reforzando lo social, compartiendo lo nacional, sobrepasando fronteras de secta o de partido. La Convención 2004 será un ejercicio de libre debate entre asociados y contará con las aportaciones de personas externas al propio movimiento. Las resoluciones de la Convención serán el punto y aparte del que dependerá el futuro de Ciutadans pel Canvi y la renovación del compromiso cívico de todos sus miembros.

Josep M. Vallès es presidente de Ciutadans pel Canvi (correu@pelcanvi.org).

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