Miniciclos
La recesión que siguió a la denominada nueva economía terminó con la tesis generada en la segunda mitad de la década de los noventa, según la cual se habría puesto fin a los ciclos económicos. El patrón de crecimiento de los últimos trimestres ha reabierto el debate, centrándose hoy no tanto en si hemos logrado erradicar las fases correctivas (es obvio que no), sino en el incremento de la frecuencia con la que se suceden los periodos expansivos y los de desaceleración. Como ejemplo sirva lo observado en el último año.
La incertidumbre generada en las primeras semanas de 2003 ante el posible estallido de la guerra en Irak y sus potenciales implicaciones provocaron una desaceleración en la primera mitad del año (recesión en Europa). La finalización de la guerra, las nuevas rebajas de tipos de interés y de impuestos y la reactivación de muchos proyectos de inversión y consumo a lo largo del verano derivaron en una fortísima expansión económica (sobre todo, en EE UU y Japón) en los dos últimos trimestres del pasado año. En estos primeros meses de 2004, sin embargo, parece que la economía ha vuelto a perder pulso y las tasas de crecimiento podrían ser moderadas. Es decir, en un año hemos asistido a un miniciclo económico. Un patrón similar se observó entre junio de 2001 y junio de 2002, ya que en esos apenas 12 meses asistimos a una fuerte desaceleración, una destacada reactivación y, finalmente, una nueva fase correctiva.
Se observa, por tanto, que uno de los principales cambios estructurales es el incremento del número de factores (positivos y negativos) a los que están expuestos los ciclos, lo que condiciona su evolución y eleva la frecuencia con la que se suceden los periodos de expansión y desaceleración. Posiblemente, la consecuencia de este cambio es que se haya estrechado el margen en el que fluctúan las tasas de crecimiento del PIB, con implicaciones sobre otras variables macroeconómicas y sobre los mercados financieros, donde posiblemente ya no asistamos a largas tendencias alcistas o bajistas. En este contexto, la gestión de carteras obligaría a un mayor dinamismo en la adopción de posiciones compradoras y vendedoras, así como a una mayor diversificación, elevando, en consecuencia, su complejidad y la necesidad de contar con más herramientas analíticas.
David Cano y Elena López son profesores de la Escuela de Finanzas Aplicadas (Grupo Analistas).
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