CARLOS ALBERTO GARCÍA PRESA / Un 'crack'
Tenía 24 años. Era el pequeño de tres hermanos, dos gemelas de 33 y él. Podría decirse que era un chico diez: una memoria prodigiosa, unas notas sobresalientes desde el colegio hasta los estudios universitarios de Administración y Dirección de Empresas, un discurso enciclopédico... Carlos era un amante del saber, en especial de la Historia: "Se lo sabía todo y, a la mínima, te echaba la bronca: '¡Qué dices viejo!", sonríe orgulloso su padre, Teodoro García, que dice que con tres años conocía las señales de tráfico porque cogió un libro de autoescuela "y preguntaba machaconamente sus significados".
El 5 de mayo de 2003 ganó una oposición para el Instituto de Comercio Exterior (ICEX). Había 10 plazas y se presentaron 900. Él consiguió una de las tres que se otorgaron sin más méritos que los resultados de los exámenes y las entrevistas, "pese a que era muy tímido", dice Maribel, su madre. No llevaba trabajando un año cuando su vida saltó por los aires en un tren que le llevaba de Coslada a Recoletos el 11-M. "Si me hubiese dormido. Pero, claro, como nunca me duermo", rumorea Maribel, que no deja de pensar que un retraso le habría salvado. Pero eso era imposible. Carlos heredó la meticulosidad de su padre, de profesión topógrafo, y no consentía el error. "En cuanto vi las imágenes supe que lo habíamos perdido. Siempre cogía el mismo vagón, a la misma hora. No había duda, con Carlos no", dice Teodoro. Era sistemático: los martes y domingos, vida familiar; los sábados, de juerga; dos días por semana se llevaba "la comidita de mamá". Todo planificado... En su habitación quedaron ordenadas sus cosas y sus tesoros: los tebeos de Mortadelo y Filemón, con los que aprendió a leer y que seguían siendo su regalo preferido, junto a sus ansiadas vacaciones en Laredo (Cantabria). Este verano ya no podrá ser.-
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