El fulgurante ascenso de un diputado leonés
Zapatero será el primer presidente español que gana las elecciones al primer intento
José Luis Rodríguez Zapatero es un caso inédito en la historia de la democracia española de un acceso a la Presidencia del Gobierno a través de una victoria por sorpresa y una irresistible y fulgurante ascensión desde la base socialista en un espacio de tiempo mínimo. Zapatero es el primero que gana las elecciones generales la primera vez que se presenta. Y también el primero de la siguiente generación a la de los políticos que vivieron la transición. Con sus 43 años, entra en La Moncloa un hombre que cuando murió Franco, sólo tenía 15 años.
Llega al Gobierno sin la trayectoria política de los gobernantes de la democracia española que le precedieron, como Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González y José María Aznar. Todos ellos, con la excepción de González, habían tenido cargos importantes en las administraciones públicas. Pero González tenía una larga trayectoria como líder del socialismo español desde la etapa de la clandestinidad bajo el franquismo.
Es más, Zapatero, al contrario de los candidatos socialistas a la Presidencia del Gobierno que le precedieron tras Felipe González, como Joaquín Almunia y José Borrell, tampoco había tenido responsabilidades en la Administración socialista. No fue ministro ni secretario de Estado ni jefe de Gabinete ni nada de nada.
Antes de llegar al liderazgo del PSOE, en 2.000, sólo había tenido cargos internos en el partido. Compatibilizó su escaño en el Congreso con la Secretaría General del PSOE en León, desde 1988, a sus 26 años, y vocal de la Ejecutiva Federal desde 1997, nombrado por Almunia.
Zapatero es un líder surgido en tiempos de crisis y tocado por la suerte. Su consolidación al frente del PSOE, tras esta sorprendente victoria para casi todos, pero no para él, llega en un momento de crisis nacional.
Su carrera empieza en marzo de 1996, cuando Felipe González pierde las elecciones y Zapatero es un diputado socialista, de 35 años de edad, que lleva diez años en el Congreso. En ese momento, el PSOE pasa a la oposición, en una situación de crisis, tras el desgaste de 13 años de Gobierno, y se le presenta a Zapatero su primera oportunidad.
Ante un PSOE sin energías, Zapatero empieza a destacar en un grupo parlamentario desorientado para hacer oposición por su larga permanencia en el Gobierno. El joven diputado socialista, como portavoz de la Comisión de Administraciones Públicas del Congreso, disputa con éxito la primera batalla que su partido plantea al recién estrenado Gobierno del PP.
Desmonta la trampa de la primera decisión del Consejo de Ministros de Aznar, de mayo de 1996: la lucha contra el despilfarro de la Administración a través de una reducción de altos cargos. Zapatero demostró en pocas semanas que era falsa. Esta batalla le hace conocido en el Grupo Socialista. De manera que Felipe González, en un pleno del Grupo Parlamentario Socialista, en 1997, le pone como modelo de hacer oposición ante unos diputados socialistas desmoralizados.
Alfonso Guerra comenta en círculos restringidos que "Felipe se ha enamorado políticamente de ese joven leonés". Pero estas opiniones, por muy cualificadas que fueran, no estaban muy extendidas. Muy poca gente pensaba entonces, en el PSOE, que Zapatero llegara tan lejos.
En aquella época de travesía del desierto del PSOE, Zapatero era de los pocos diputados peleones. Se metía en infinidad de denuncias al nuevo Gobierno del PP, aún en estado de gracia. Fue Zapatero quien desveló a la opinión pública, desde la sombra, los famosos informes secretos del jefe de la Oficina Presupuestaria de La Moncloa, José Barea, en los que denunciaba el maquillaje de las cuentas del Gobierno.
Aquel diputado trabajador se había granjeado, desde 1986, un buen cartel entre sus compañeros por su talante "amable, honesto y nada frívolo", a lo que añade fama de eficaz y buen orador.
Su prestigio ganado en el PSOE anima a Joaquín Almunia a nombrarle vocal de su Comisión Ejecutiva, cuando sustituye a Felipe González en junio de 1997. De esa etapa data su relación Jesús Caldera y Alfredo Pérez Rubalcaba. Caldera era su jefe, como portavoz adjunto del PSOE en el Congreso, y su principal avalista, con el que se implica en los importantes asuntos del grupo parlamentario.
Pérez Rubalcaba era portavoz de la Comisión Ejecutiva de Almunia y en las elecciones municipales y autonómicas de 1999 le nombra adjunto de comunicación. Rubalcaba ya se había dado cuenta de que Zapatero era un buen comunicador.
Pero también en el PP empieza a ser conocido y temido. En primer lugar, por Mariano Rajoy que, como ministro de Administraciones Públicas, lo sufre como opositor, pues le coloca contra las cuerdas en los debates parlamentarios sobre los altos cargos de la Administración. Pero su nombre suena en el Consejo de Ministros de Aznar y el entonces vicepresidente primero, Francisco Álvarez Cascos, reconoce públicamente su peligro político. Lo mismo hace el presidente del Congreso, Federico Trillo.
Por eso no es del todo cierto que Zapatero fuera un desconocido cuando en julio de 2.000 gana por sorpresa las elecciones primerias del PSOE, tras el desastre electoral de marzo de ese año y la dimisión de Almunia, y se erige como secretario general por sólo siete votos frente al candidato favorito, José Bono. Era ya una figura conocida en el Grupo Parlamentario del PSOE.
Por eso también, los promotores de Nueva Vía, el grupo de jóvenes que estaba en la segunda línea del Parlamento - como Jesús Caldera, Fernando López Aguilar, José Blanco, Jordi Sevilla más Trinidad Jiménez - apenas tienen dudas en nombrar a Zapatero como cabeza del grupo cuando deciden constituirse como tal para afrontar las elecciones primarias y optar por la Secretaría General del PSOE.
Zapatero muestra, en esos momentos, otra de sus cualidades políticas: la prudencia. "Solamente llega el que no tiene prisa. El que tiene prisa se equivoca porque no vé los obstáculos" comenta con frecuencia.
Tarda mucha tiempo antes de dar el paso de presentarse. Lo hace sólo 20 días antes de la jornada de las elecciones primarias. Y lo decide después de haberse recorrido todas las federaciones socialistas y comprobar por sí mismo que la militancia quería el cambio. Pero antes cumple otra condición: que Sonsoles, su esposa, lo asuma porque ella está convencida que si se presenta, gana.
Zapatero ha evocado estos días lo sucedido hace cuatro años. Un mes antes de las elecciones, en la Fiesta del Día de la Rosa, comentaba a un amigo: "Sé que voy a ganar porque está pasando lo que pasó cuando gané el Congreso del partido. La gente quiere el cambio, quiere que ganes, pero a la vez cree que va a ganar otro. A esta gente le tengo que arrancar el complejo y convencerle de que el cambio es posible. Por eso sé que voy a ganar".
Su trayectoria posterior como secretario general del PSOE es mucho más conocida. Ha soportado pruebas muy duras que le van a ser muy útiles para gobernar. La primera fue el terrorismo. Recién designado secretario general, ETA asesinó al ex gobernador socialista de Guipúzcoa Juan Mari Jáuregui y protagonizó un verano sangriento.
Zapatero supo aguantar el tirón y de aquella prueba salió su propuesta de Pacto Antiterrorista con la que convenció al Gobierno del PP, reacio inicialmente, gracias a su tenacidad. Era una idea que ya barruntaba hacía algún tiempo. Cuenta uno de sus amigos, el socialista vasco Javier Rojo, que esa misma primavera, cuando competía por la secretaría general del PSOE, le comentó, en una cena, que era necesario un pacto que unificara a los dos principales partidos para combatir a ETA.
Rojo, compañero de escaño de Zapatero durante muchos años, asegura que su sensibilidad hacia el tema vasco era muy marcada desde que le conoció. Recuerda que no le gustaba nada el estilo agresivo de Ricardo García Damborenea cuando éste dirigía el socialismo vizcaíno.
Y de aquel verano sangriento le queda un recuerdo muy vivo. La madre de una guardia civil asesinada, en agosto de 2.000, le preguntó: "¿Tiene usted hijos?" "Sí, dos", le contestó Zapatero. "Pues, mírelos todos los días y acuérdese", le replicó la mujer. Zapatero, desde entonces, cuando se levanta todos los días, mira a sus hijas y se acuerda de aquella mujer.
Zapatero ha demostrado capacidad para superar pruebas muy difíciles en esta etapa. Soportó crisis muy graves como la de la Asamblea de Madrid y la que abrió Carod Rovira con su conversación con la dirección de ETA, en la precampaña electoral, además del trasfondo permanente de contestación por parte de los barones socialistas. "Crisis como éstas se superan con serenidad y sabiendo medir los tiempos en la respuesta. Pero, sobre todo, con convicciones y José Luis las tiene. De ahí saca su fuerza", dicen en su entorno.
También desde la convicción abordó su actitud tan decidida contra la política de Aznar favorable a la guerra de Irak, que le ha granjeado la simpatía de los jóvenes y ha sido una de las claves de su victoria electoral. "O te lo crees o no te lo crees. Es un disparate de una tremenda irresponsabilidad. Si la democracia no lo reconoce, los jóvenes acabarán pasando de política", decía a sus amigos sobre la guerra.
Y desde la convicción y el respeto abordó la crisis catalana de la que ha sacado una de sus enseñanzas políticas de esta última etapa: su reafirmación en el respeto a la pluralidad de España. Cuando la crisis de Carod y su traslado a la Generalitat de Cataluña, y mientras el Gobierno e incluso una parte de su partido le acusaba de debilidad, Zapatero repetía: "El PSOE se parece a este país. Y este país es así".
Es mucha la gente en su entorno que cree que Zapatero será mejor gobernante que secretario general. Lo avala la etapa de pactos de Estado que protagonizó al inicio de su mandato como secretario general, en la que se sintió muy cómodo y ganó crédito como político prudente y dialogante. Y es que, además, este talante suyo viene como agua de mayo en la fase que se avecina.
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