SONIA CANO CAMPOS: "Es un año surrealista"
"¡Vamos, cuerpos, esta noche triunfamos!", les decía a sus amigas. Sonia Cano Campos, de 24 años, "la pelirroja", la más bailonga, la más dicharachera... Su asesinato ha dejado huérfanas a sus amigas Merce, Cris, Ali y Rosi. Ha dejado hueca a su madre, María José, que ahora no sabe qué hacer en su casa. "La relación madre-hija era especial. Iban juntas a todas partes", dicen. Ha dejado roto a su padre, Cecilio Cano, que no sabe cómo va a vivir sin su "chochona", sin la niña de sus ojos, la única que con humor le cantaba las cuarenta. Ha dejado desolado a su hermano Marcos, que la reconoció en la improvisada morgue del Ifema, después de buscarla por los hospitales y de que su padre dijera que "no era la de la foto" de los forenses.
Sí era. El sábado la enterraron en el cementerio de Coslada, con el más amargo lamento de su madre: "¡Mira dónde te vamos a meter, nena!". Con ella se enterró el sueño de tener un novio que le regalara flores o "un amigo con derecho a roce", dicen que se reía; un futuro hijo al que cuidar como a su ahijado de Barcelona; la posibilidad de comprarse un Seat León de su color preferido: el amarillo; la lectura del final de Harry Potter, el libro que apretaban sus manos ya sin vida; el viaje con sus amigas de este verano: "¿A París o a Ibiza?"; su deseo de ver a Bisbal y bailarse su Bulería, "con mi cuerpo serrano", decía; sus clases de sevillanas en la asociación Rosalía de Castro; su empeño en trabajar en una farmacia, con su título de auxiliar. Aunque "sus abuelos" de la residencia Santa Matilde de Madrid, donde era recepcionista, recordarán sus atenciones. Como la recordará su cuadrilla: "Pimpina, queremos que sepas que nuestros planes los vamos a realizar y queremos que estés con nosotras", escribieron. La noche anterior a su muerte, en alusión a una mala racha, le dijo a una compañera de trabajo: "Éste es un año surrealista".-
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