PILAR CABREJAS BURILLO / "Siempre notaba su beso"
Pilar, de 37 años, vecina de Alcalá de Henares y empleada de Telefónica, siempre le daba un beso a su novio Jesús antes de irse a trabajar, a las seis de la mañana. A esa hora, él aún dormía, pero "siempre notaba su beso", recuerda conmovido. Pilar llevaba 15 años trabajando en la misma empresa, en la calle de Orense de Madrid. Desde pequeña, cuando la familia se había trasladado a Alcalá procedente de Valparaíso de Abajo (Cuenca), vivía en el barrio Juan de Austria, primero con sus padres y sus hermanos, Félix y Francisco, y a partir de los 26 años, con Jesús. Cuatro años antes, Jaime (ahora su cuñado) le había retado: "¿A que no te atreves a pedirle salir a Pilar?". Ella era dos años mayor que él, "una chica seria, organizada, algo así como la profesora del resto de nosotros".
Una mujer fuerte. Meticulosa. Y sin embargo tenía una salud delicada. Sufría una enfermedad crónica intestinal, la de Crohn. Hace tres meses, mientras cuidaba de su padre enfermo y de su madre, que se había roto primero un hombro y después una pierna, sufrió un agravamiento de su dolencia. Pidió la baja a regañadientes, pero se entregó más al papel de enfermera que al de enferma. Debilitada por un tratamiento médico agresivo, buscaba apoyo en Jesús, "su gordito". A pesar de todo, Pilar sacaba fuerzas para disfrutar y, sobre todo, para hacer disfrutar. Estaba escribiendo una novela. Encontraba tiempo para el mus, ese juego que tanto le gustaba y que inspiró el nombre de su perro: Mus. Y seguía riéndose, como aquella tarde antes de su muerte, cuando salió a pasear con Jesús. Al verlo con sus zapatillas nuevas y sus mallas, no pudo aguantar la carcajada. Los dos querían viajar a la playa ahora que ella se encontraba mejor. Para entonces, Pilar esperaba haber recuperado sus 54 kilos. Desde el 1 de marzo había vuelto al trabajo. Cada mañana emprendía el viaje desde Alcalá hacia Madrid. Puntual.-
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