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MATANZA EN MADRID | Las víctimas

JUAN ANTONIO SÁNCHEZ QUISPE / "Seré feo, pero tengo el corazón bonito"

El peruano Juan Antonio Sánchez Quispe, de 45 años, trabajaba como limpiador de cristales. Tenía pensado reunir anteayer a sus ocho hermanos en España con motivo del cumpleaños de su madre. Llevaba en España 11 años, junto a Paula, también peruana, y sus hijos Juan Francisco y Milen, de 16 y 14 años.

"Seré feo, pero con el corazón bonito", repetía Juan Antonio. En realidad era presumido y, a sus 45 años, un día apareció en casa con un pendiente en la oreja. Inventaba palabras (si algo le gustaba, eso estaba "paquín", y si no, "moncada") y frases que rápidamente se incorporaban al argot de la familia. Cuando le preguntaban algo que no quería contestar, respondía: "Perdona, ¿qué hora es?". Si salía en la tele Loreto Valverde le decía a su hijo que ésa era su madre y cuando aparecía Mar Flores le decía a la hija que ésa era la suya.

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Con los hijos tenía fama de ladrador y poco mordedor. "Como yo me amargue...", solía amenazarles. Pero era siempre Paula la que regañaba. Se hacía el dormido frente a la tele cuando Paula llegaba a casa para que ella le diera el beso.

Cada vez que bebía comenzaba a llorar diciendo: "Abuelo, no te marches", y terminaba gimiendo: "Abuelo, llévame".

No tenía miedo a las alturas, y presumía de su buena suerte: hace dos semanas ganó 350 euros en una quiniela de 14 aciertos. Después de 11 años en España, Juan Antonio estaba a punto de conseguir la nacionalidad y se sentía más de Vallecas que del barrio de Playa Rima de Lima, donde lo conocían con el apelativo cariñoso de "el monstruo". Mientras intentaba pagar la reforma de su piso, pensaba en comprar una furgoneta. Su esposa, Paula, no sabe ahora a quién recurrir para pagar las deudas.-

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