'Kokoro'
SEGÚN CARLOS Rubio, prologuista, traductor y anotador de la novela Kokoro (Gredos), del japonés Natsume Soseki (1867-1916), el término que le da título significa desde "corazón", "mente", "interior", "alma", etcétera, hasta "intención", "voluntad", "sensibilidad", "sentimientos", etcétera. Vamos: una gran variedad de elementos y matices relacionados con la inmensidad de lo íntimo, pero siempre quedándose en el umbral subjetivo de la estricta racionalidad. La historia allí narrada, con un estilo límpido y moroso, pero totalmente despojado de prolijidad, dosifica magistralmente la intriga, manteniendo siempre el rincón justo de misterio, de forma que el desconcierto del lector ante la falta de acontecimientos nunca se convierta en desinterés. Este mérito narrativo no es ciertamente escaso, porque las tres cuartas partes de la novela están dedicadas a la descripción de cómo un joven estudiante adopta como maestro espiritual o sensei a un maduro intelectual, al que conoció casualmente y por el que, de inmediato, se sintió fascinado. Poco a poco, a través de la ávida curiosidad de este discípulo voluntario, nos vamos adentrando en las estribaciones del profundo secreto del refractario maestro, la desvelación autobiográfica del cual se produce en la tercera y última parte del relato, constituyendo ella misma, no sólo una novela dentro de la novela, sino, en realidad, el auténtico meollo dramático de esta finalmente muy trágica narración.
Si nos centramos en este nudo candente, podríamos resumir la historia como el hondo y silencioso conflicto entre dos jóvenes, que aparentemente se disputan el amor de una hermosa doncella, pero que, en el fondo, tratan de dar un sentido a sus respectivas existencias en un momento histórico de profunda transformación de todos los valores, como el que se dio muy agudamente en el Japón de fines de la dinastía Meiji, durante el cambio de siglo del XIX al XX, pero que aún sigue hoy repercutiendo allí y, en cierta manera, en casi todas partes del mundo actual. Aunque uno de los jóvenes resulte pírrico vencedor en la pugna erótica, la misiva del derrotado antes de suicidarse manifiesta la frustración moral como único móvil, exactamente lo mismo que impulsa al superviviente -el adorado sensei, autor de esta narración autobiográfica en forma de carta dirigida a su discípulo- a poner fin a su vida años después, en este caso aprovechando el ancestral ritual del junshi, que reclama el jubiloso "seguir al señor en la muerte", empleado por el general Nogi tras el fallecimiento del emperador Meiji en 1912.
Más de medio siglo después del suicidio de este par de jóvenes de la novela de Soseki, que, en cierto modo, podríamos calificar de atribulados samurái en paro, los escritores Yukio Mishima y Yasunari Kawabata, cuyas intensas relaciones mutuas, en medio de un océano de soledad, nos son ahora accesibles gracias a la publicación de su Correspondencia (1945-1970) (Emecé), se quitaron asimismo la vida. Pensando en el significado del término Kokoro, recordé el dicho pascaliano de ese abismal trecho divergente entre la mente y el corazón.
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