Deseos y realidad
¿Quién acudirá a votar el domingo, el que prefiere que gane Zapatero o que gane Rajoy ? ¿El que desea un cambio de Gobierno o el que cree que el PP volverá a ganar? No se trata de que acudan a votar más o menos de quienes piensan de una o de otra manera. La cuestión no se juega sólo, entre unos que quieren una cosa y otros que desean la contraria, sino entre deseos y creencias contradictorios que operan en las mismas personas. Como otras encuestas anteriormente, el sondeo realizado para EL PAÍS por el Instituto Opina, cuyos resultados podíamos leer el domingo, indica que aunque son algunos más los encuestados que preferirían que el partido ganador en las elecciones del 14 de marzo fuera el PSOE (el 38,3% frente al 33,7% que opta por el PP), así como que el futuro presidente fuera Rodríguez Zapatero (un 37,6% frente al 33,8% que prefiere a Rajoy), lo cierto es que una abrumadora mayoría cree que será el PP quien gane las elecciones y Rajoy quien se convierta en el próximo presidente del Gobierno (más del 66%, frente a un escaso 11% que confían en el triunfo del PSOE y de su candidato, Zapatero).
¿Es que acaso el corazón tiene razones que la razón no entiende? ¿O es que, sencillamente, nos estamos volviendo locos? Los expertos en demoscopia explican esas diferencias entre los deseos y las seguridades de los electores porque muchos de los que prefieren al PSOE sobre el PP son votantes de otros partidos: si han de elegir sólo entre ambos, eligen a Zapatero, pero a la hora de votar elegirán la papeleta de otros partidos y coaliciones. Tiene sentido, y Rajoy debería reflexionar sobre el odioso estilo político de su padrino, de quien recibe está envenenada herencia. Sin embargo, no todo se explica por esta razón. Según la misma encuesta, el 68% de los encuestados considera que debería crearse una comisión parlamentaria para investigar la cuestión de las armas de destrucción masiva, el 66% se muestra partidario de que las tropas españolas regresen de Irak, pero sin embargo el 53% anuncia que en su voto no influirá para nada la decisión del Gobierno del PP de apoyar sin condiciones la intervención militar en Irak. Nos parece mal lo que ha hecho el Gobierno (en este y, seguro, en otros ámbitos: pensemos en la vivienda, o el Prestige o en la confrontación territorial), pero no se lo tendremos en cuenta a la hora de votar.
¿Qué es lo que nos está pasando? Al PP le han bastado ocho años de gobierno para hacerse con su capitalito de corrupción (ahí están los casos Gestcartera, Romero de Tejada o, ahora mismo, el delegado del Estado para la zona franca de Cádiz) y hasta con sus víctimas de Estado, consecuencia tanto de una ineptitud que raya con la criminalidad como de una acción lisa y llanamente terrorista (la participación en la guerra de Irak, desde el momento en que ni hubo mandato de la ONU ni existían armas de destrucción masiva). Ciertamente, hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad, en particular las ciencias de la especulación y de la evasión de responsabilidades públicas. ¿De qué no serán capaces en caso de gobernar durante catorce años?
Cuando todo esto de las elecciones pase, convendría que alguien se ocupara de reflexionar en serio sobre lo que está ocurriendo con la democracia en España. Seguramente no será nada muy distinto de lo que ocurre con el conjunto de las democracias europeas: una combinación de apatía y retraimiento ciudadano, un espacio público banalizado y telebasurizado, una separación creciente entre clase política y ciudadanía, un pueril esfuerzo por hacer pasar como líderes a quienes, simplemente, deberían comportarse como profesionales responsables (¿estamos a tiempo de que Sonsoles y Elvira sustituyan como candidatas a sus respectivos consortes?).
En fin: sabemos lo que queremos y lo que no, pero hemos perdido el camino que nos permitía transitar de los deseos a la realidad. Hay problemas que nos siguen importando, pero no lo suficiente como para orientar nuestras elecciones. Nuestra democracia esta malita. No es algo que pueda solucionarse de aquí al domingo. Pero a lo mejor a partir del lunes podemos sentarnos a buscar un remedio.
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