Un puñado de tierra cubana para Bebo
El músico abandonó la isla en 1960 y nunca ha querido regresar
El pueblo habanero de Quivicán, 25.000 almas y una glorieta por donde han pasado las mejores orquestas populares cubanas, se estremeció el viernes con la visita del pianista de jazz Chucho Valdés y el cantaor gitano Diego el Cigala. Famoso por su tierra colorada y sus cañaverales, Quivicán es también conocido por los seis premios Grammy que han cosechado sus dos hijos más ilustres, Bebo y Chucho Valdés, padre e hijo y genios absolutos, creadores de ritmos y estilos que son tesoros de la música cubana. La expedición a los orígenes de Chucho y "el compañero Cigala" - como le llamó uno de los vecinos de Quivicán- se debió a un motivo muy especial: recoger un puñado de tierra y unos trozos de caña de azúcar para Bebo, quien partió de Cuba en 1960, se casó con una sueca y no ha querido regresar jamás.
Chucho Valdés se suma, con Bebo y El Cigala, a los conciertos de promoción del disco 'Lágrimas negras'
"¡Ay, Chuchito! Dile a Bebo que aquí todos lo queremos y lo recordamos", soltó, nada más verlo, la señora Sara, nacida en 1915 y casada desde hace una eternidad con Arsenio, el único hermano de Bebo Valdés que sigue viviendo en el pueblo. Dulce, una vieja amiga de la familia, apostillará después: "De Chuchito, nada. Cuando nació pesaba 12 libras, era tan grande que tuvieron que romperle la clavícula para sacarlo".
Sin duda, el fundador de la orquesta Irakere es grande, 1,95 de altura, pero hoy eso es lo de menos en Quivicán: el protagonista indiscutible de esta jornada memorable, aunque en ausencia, es Bebo. Lo de lo "real maravilloso" es una bobería comparado con lo que sucedió en el pueblo de los Valdés.
Sale a todo correr esquivando tractores por la calle principal un familiar con una foto del joven Bebo de cuando creó el ritmo Batanga. Y en el parque Juan Bruno Zayas de Quivicán un viejo conocido tararea uno de los danzones inolvidables de Valdés, de nombre Gloria a Maceo, escrito en homenaje a la sociedad musical de negros de igual nombre que había en el pueblo -la de blancos se llamaba José Martí-. El hombre lleva puesta una gorra en la que se lee "Korean War Veteran" (Veteranos de la guerra de Corea). Dice: "Me la mandaron de Miami". A su lado, otro personaje le comenta a Chucho: "Dile a tu papá que el disco que ha hecho con el gitano ése es fabuloso". Lleva en la muñeca un viejo reloj ruso con la marca en cirílico, y a medio metro, casi sin haberlo visto, el Cigala salta: "Añarín".
"Y cómo sabes tu eso", le pregunta uno. "Bueno, es que a los gitanos de bestias y ganado, relojes y sonakay (oro en caló), nadie nos hace un cuento".
Rodeado de vecinos y familiares de los músicos cubanos, Cigala comenta que de Lágrimas negras, el premiado disco que ha hecho con Bebo, ya ha vendido 250.000 copias en España y ahora comienza a venderse en todo el mundo. En estos días ya ha coordinado con Chucho su incorporación al proyecto y su participación en las giras y promoción del disco. A sus 85 años, Bebo dará dará tres grandes conciertos con El Cigala en el Olympia de París, el Carnegie Hall de Nueva York y el Royal Albert Hall de Londres, y Chucho acompañará el resto de la gira con Diego por el mundo.
Aparece de pronto en la plaza Eduardo Hernández y a Cigala se le transmuta el rostro. Es el amigo del alma de quien tanto le ha hablado Bebo, con quien fundó su primera banda, la Orquesta Valdés-Hernández. Una cámara rueda para Bebo y le piden que le diga algo: "¡Ay, mi madre¡ Bebo, tengo unas ganas de verte y abrazarte del carajo. Pero la vida es así, nos ha separado, y hay que respetar la decisión de cada cual". Tiene 83 años y, comenta, como sólo era "un violinista regular", se hizo juez y notario. Chucho lo abraza y todos se van al parque. En uno de los jardines, Cigala y Chucho se agachan y escarban. Sacan un puñado de tierra colorada y alguien de la multitud congregada, dice: "Para ti, Bebo".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.