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FONDO DE OJO
Columna
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La corbata

La corbata nos identifica. Así ha sido desde el momento de su nacimiento, en que los croatas que contrataba el rey Luís XIV de Francia se pusieron alrededor del cuello una tira de lino anudada para distinguirse de otros mercenarios en la batalla.

La identificación no se limitó al campo de guerra, sino que llegó, con el transcurso del tiempo, a salones y palacios, quedando en la actualidad como marca de fábrica de ejecutivos en edad de merecer y profesionales de los distintos negocios. A ellos hay que añadir a las más altas castas del funcionariado y la política, cuyos miembros, indefectiblemente, se adornan en el desempeño del cargo u ocupación con la tira de seda coloreada en que ha devenido tan singular prenda.

No hay cargo público que pueda prescindir de ella, ya que cumple la función simbólica y representativa que antes se otorgaba a otros aditamentos, llámese peluca en caso de los magistrados o anillo si los que pretendían ser reconocidos entre la multitud eran obispos o cardenales.

Los ministros del gobierno, los parlamentarios en su escaño y hasta los miembros de las ejecutivas en las sedes de sus partidos políticos se atrapan el cuello con el vistoso plumaje que presta la seda y se dirigen a ser filmados por las cámaras de televisión ataviados de esa guisa, lo cual les proporciona un indudable halo de respetabilidad y asegura a los futuros votantes la firmeza y el rigor de sus propuestas.

Pero, de repente, se produce un inexplicable cambio en las formas. Lo que parecía método infalible que denotase cordura, estabilidad de criterios y palabra de honor, se manda al traste ante la carrera electoral, y los candidatos, a los cuales hemos visto investidos con la prenda en días anteriores, se acoplan, como por ensalmo, a los modos del pueblo con el que tratan de congraciarse para el momento puntual del mitin y el voto, y reniegan de la cinta.

Para explicar tal asombrosa mudanza, debemos recurrir, en larga cita, a Humberto Eco, que nos decía en su Psicología del vestir: "Habla el hecho de que yo me presente por la mañana en la oficina con una corbata normal a rayas; habla el hecho de que, de repente, la sustituya por una corbata psicodélica; habla el hecho de que yo vaya a la reunión del consejo de administración sin corbata. La forma de vestir se basa en códigos y convencionalismos, muchos de los cuales son sólidos, intocables, defendidos por sistemas de sanciones y de incentivos que incitan a los usuarios a hablar de forma gramaticalmente correcta el lenguaje del vestir, so pena de ser expulsados de la comunidad".

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