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VISTO / OÍDO
Columna
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Los que no pueden votar

El jueves estaban en las calles de España, gritando, seiscientas mil personas que no pueden votar pero que tienen intereses en las elecciones: los estudiantes. La ley de educación, con su reválida, sus programas, sus cierres que no permiten pasar cursos, sus clases de religión, les afecta. Hay un proyecto para ampliar la edad de voto a 16 años, pero mientras haya un gobierno conservador no se aprobará: se entiende que en esa juventud hay una tendencia a la izquierda. Y cosas peores: que no sirven, que atacan a sus profesores, que escapan de sus casas, se emborrachan los fines de semana y se inician en el sexo (a mí esto no me parece mal). Se generaliza mucho: es el país menos exacto del mundo occidental, hasta el punto de que no estoy seguro de que estos chavales -hombres y mujeres, por mucho que nos empeñemos- eran seiscientos mil o muchos más o muchos menos. El vicio de contar según convenga llega al paroxismo en otras manifestaciones donde los rojos dicen que había trescientos mil y los azules no ven más que dos mil. Pero ya sabemos que la violación de la verdad es un acto político por el que no se castiga a nadie: más bien castigan los mentirosos a quienes les descubren. Diría yo que un 90% de la juventud es de orden; y que el "fracaso escolar" no es del escolar ni del profesor, sino de un sistema de asignaturas y programas que no se corresponden con la vida, en los que las ciencias sospechosas se mezclan con leyendas y supersticiones. La idea de que es una conspiración me ronda mucho. Lo que quieren de ellos es obediencia, humildad, decencia y no bailar ("Jóvenes que vais bailando / al infierno vais llegando").

En la cuestión sexual, el retraso en la iniciación, y todos los consiguientes -prolongación de estudios y exigencia de títulos, matrimonio, primer hijo-, es una conveniencia del grupo dominante que desea que la incorporación a la vida activa sea tardía y la de jubilación (legal o real), pronta: para que parezca normal la reducción de los puestos de trabajo y su acaparamiento. Media España trabajadora o estudiante no puede votar: unos por la edad, otros por que son inmigrantes, muchos porque creen que un votante es un comparsa al servicio de los que manejan el miedo, las mentes, y no va a alterar el "sistema", que está por encima del gobierno. Se buscan otros medios para mejorar su vida, y uno es el grito en la calle. Que es legal.

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