El dedo en la llaga
Leo Bassi convierte al público en actor y lo conduce por lugares políticamente candentes de la Comunidad de Madrid en una serie de excursiones espectáculo en autobús. Viajes a lo peor de Madrid continúa con sus sorpresas este domingo.
Antes de dar forma escénica a su pensamiento, Bernard Shaw lo expresaba sobre un cajón, a voz en grito, en Hyde Park. Hablaba, por ejemplo, de la necesidad de establecer un salario universal. Ahora que ideas como ésta han sido desplazadas al extremo izquierdo del arco parlamentario, el teatro socialmente comprometido también se ha visto obligado a ocupar la periferia de la cartelera: salas pequeñas, pocas funciones, giras reducidas. Después de 12 de septiembre, espectáculo que apenas fue contratado porque pone el dedo en heridas de guerra, Leo Bassi vuelve a las andadas con Viajes a lo peor de Madrid, serie de recorridos dominicales en los que plantea preguntas pertinentes, acerca al espectador a enclaves políticamente candentes y husmea en la trastienda de los gobiernos de gestión del PP. Los viajes de Bassi combinan el desenfado de los events del grupo fluxus con la intención social del Teatro del Oprimido y el humor chispeante de aquellos tours urbanos que organizaba La Cubana, con el público disfrazado de turista.
Aunque todos los itinerarios arrancan de la plaza de España, donde los viajeros son acomodados en autobuses por Bassi y sus azafatas (las actrices Carmen Monedero y Lola Alonso), cada excursión sigue uno diferente. La primera tuvo como destinos el cuartel general que la OTAN está construyendo cerca de Somosaguas (¿alguien lo sabía?); la finca La Grajilla, desde donde Felipe II siguió las obras de El Escorial, que pertenece a la familia de Esperanza Aguirre, y el Valle de los Caídos. A la entrada de La Grajilla, Bassi pegó un cartel con el logo de la Comunidad de Madrid, anunciando su expropiación para construir la M-60: puro teatro, pero se están urbanizando parajes de parecido valor natural.
En estos viajes ocurre de
todo. En el tercero, Bassi y Laura Inclán, vestidos de rockeros, interpretaron una canción de Abba a la entrada de Xanadú, gran centro comercial abierto hará un año en el término municipal de Arroyomolinos. A los tres minutos, un guardia civil viene a interrumpir el espectáculo. "En mi barrio la policía tarda mucho más en llegar. ¿Esta calle es un lugar público o privado?", clama el cómico, y prosigue de inmediato su actuación. Visto lo visto, el guardia se retira y los responsables de Xanadú, que andaban camuflados entre los espectadores, dicen que el show puede continuar.
La colisión entre intereses públicos y privados es uno de los temas que más preocupan a Bassi y cía. Micro en mano, miembros de Ecologistas en Acción, del Grupo de Estudios del Frente de Madrid y de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica informan a los viajeros sobre riberas edificadas sin reparar en el peligro de avenidas, fortines de la Guerra Civil sepultados, cañadas reales usurpadas... El público escucha y, luego, pone pie a tierra. Ninguno de los viajeros había pisado antes La Jungla, un poblado chabolista gitano cuyos habitantes viven de restaurar sanitarios viejos: "¿Es un actor? ¡Haberlo dicho antes y le hubiéramos resibío de otra manera, que creíamos era un testigo de Jehová!". Nadie conocía tampoco, a pie de obra, la monumental recalificación de la finca Valdefuentes, de la familia Franco, en Arroyomolinos, que linda con el parque regional del curso medio del río Guadarrama. El autobús avanza por un monte de encinas y retamas, suena música de Ennio Morricone, Bassi dice "vista a la izquierda" y, de súbito, aparecen centenares de hectáreas de campo arrasado, explanado, convertido en un solar mil veces mayor que el que sirvió a Marco Ferreri como escenario desolador de la derrota del séptimo de caballería en Touche pas à la femme blanche. Los espectadores resoplan al unísono, incrédulos.
Viajes a lo peor de Madrid. 7 de marzo. De 11 a 17. Salida de plaza de España. Información: 91 521 58 27.
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