Empate fratricida en Sevilla
El equipo de Caparrós juega 55 minutos con uno menos y logra unas tablas ante el Betis que aleja a ambos de Europa
Cuando uno no es mejor que otro, lo más lógico es empatar. Aunque sea a miseria. La insensatez juvenil del defensa sevillista Daniel Albes sacudió el comienzo del derby sevillano, en el que su equipo acudía disfrazado de muralla paciente, tal y como lo había hecho en los anteriores diez enfrentamientos con el Betis, de los que no perdieron ni uno solo. El brasileño, incomprensiblemente, le quitó con la mano la pelota de la cabeza a Benjamín, cuando éste iba a rematar el saque de un córner. Era la primera jugada del partido, el primer minuto y la estrategia sevillista se fue a hacer gárgaras cuando Alfonso tiró la pena señalada y marcó.
El Sevilla acusó el golpe. Su estrategia reciente en estos duelos sevillanos siempre había sido la paciencia sólida. El trabajo se diseñaba para la contención, para aburrir al contrario. Algo que solía lograr con facilidad contra el Betis, más pasional -para lo bueno y para lo malo- a la hora de vivir los partidos. Ayer, uno de los suyos le sacó de sitio, pero el Sevilla no se aceleró y el Betis tampoco machacó. Nada nuevo. De hecho, la primera parte del partido retrató a los dos equipos. El Betis quiere jugar la pelota, pero se ahoga ante la más mínima presión sobre los centrocampistas. Sus extremos ofensivos sólo saben respirar pegados a la banda y los espacios entre ellos y la medular pueden llegar a ser oceánicos, asesinos del juego corto y capaz de sorprender. Víctor Fernández había solucionado esa flaqueza dibujando el equipo con un clasico 4-4-2, pero ayer decidió aplicar el sistema que nunca logró hacer funcionar y que sus jugadores prácticamente se negaron a jugar con disciplina en la primera vuelta de la competición. El de los dos mediocentros, el que coloca a Capi para pegarse con medio equipo contrario y le encarga atacar y defender, sin un solo momento para recuperar el resuello. También quedó en evidencia la incapacidad de los verdiblancos para convertir sus ventajas en certezas de victoria. Su supuesto toque pierde sentido si no se marca gol.
BETIS 1 - SEVILLA 1
Betis: Prats; Varela, Juanito, Lembo, Mingo (Luis Fernández, m. 51); Ito, Benjamín; Joaquín, Capi (Dani, m. 81), Denilson (Ismael, m. 70); y Alfonso.
Sevilla: Esteban; Albes (Sergio Ramos, m. 80) Javi Navarro, Pablo Alfaro, David; Redondo, Martí, Antonio López (Marañón, m. 91), Antoñito; Baptista y Darío Silva (Torrado, m. 88).
Goles: 1-0. M. 2. Penalti por mano de Albes a la salida de un córner que transforma Alfonso.
1-1. M. 26. Lanzamiento lejano de Redondo que recoge Antoñito. Éste chuta desde el punto de penalti y su rechace lo recoge Javi Navarro, que supera a Prats de una suave vaselina.
Árbitro: Pino Zamorano. Amonestó a Albes, Mingo, Joaquín Caparrós (técnico del Sevilla), Luis Fernández, Lembo, Redondo, Esteban, Cristobal Soria (delegado del Sevilla), Baptista y Benjamín. Expulsó por doble amarilla al sevillista Antoñito (m. 37).
Unos 45.000 espectadores en el Ruiz de Lopera.
El Sevilla se tragó la barbaridad protagonizada por Albes y, poco a poco llevó al partido al ritmo que le viene mejor. Esteban paró un tiro de falta a Benjamín que, hasta que saltó el portero y culminó la proeza, merecía haber entrado. A partir de ahí, mandó el visitante.
Poco a poco, con piezas tan claves para su juego como Baptista sacrificadas en aras de la presión, los sevillistas robaron la confianza a los béticos. El orden de sus filas obligó a recular a los verdiblancos hasta que marcó. Javi Navarro recogió un rechace de Prats y tuvo tiempo para pensar y ejecutar una vaselina perfecta. No sólo tuvo tiempo Navarro de prepararse su impecable tiro, sino que llegó solo al rechace apurado del portero bético. El Betis empezaba a perder su personalidad. Algo que amenaza con convertirse en una tradición nefasta para los de Heliópolis. Cuando Betis y Sevilla se enfrentan, la calidad del juego y los momentos coyunturales de los conjuntos pasan a un segundo plano. En el último lustro, el Sevilla ha sabido desquiciar al Betis incluso antes de saltar al campo. La clave es que consiguen que los béticos jueguen a lo que no saben y ellos sí.
Antoñito se ganó dos tarjetas. Una de ellas pareció que debía de estar acompañada por otra para Denilson, que le provocó con una espectacular patada al aire. Salió hacia la ducha en el minuto 35. Pero el Sevilla tampoco se descompuso esta vez. En la segunda mitad llegó a dar la impresión de que los que jugaban con un efectivo menos eran los verdiblancos. Baptista estuvo a punto de marcar de cabeza al comienzo de ese periodo.
Víctor Fernández sacó al campo al lateral correcaminos Luis Fernández. Denilson no se había ido ni una sola vez e intentó que la entrada del cántabro diera recorrido al balón.
La disciplina y entrega de los sevillistas en la presión sobre el contrario obligaba que, a los extremos béticos, donde se supone que están los quilates del Betis, tan sólo le llegaran pelotazos. No Ito ni Benjamín supieron romper con la pelota rodando por el suelo y el único beneficiado del ese juego físico e impredecible era el Sevilla.
Una vez más, el fútbol no llegó al derby sevillano. El sudor y el apresuramiento dominaron el desarrollo de un tipo de encuentro que suele ser ajeno a coyunturas de juego o estados de forma y en el que el Sevilla parece haberse especializado en pescar puntos. Es tal la situación, que los empates -da igual que se produzcan en el Sánchez Pizjuán o el Ruiz de Lopera- se viven como derrotas entre los numerosísimos aficionados verdiblancos.
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