Multa por llegar tarde
Vuelve la Penya al primer plano. Ayer se lo ganó merecidamente dando un repaso en toda la línea a un desconocido Barcelona, que eligió un mal momento para jugar un partido pésimo de principio a final. Únicamente Navarro estuvo presente en cuerpo y alma, y resultó admirable su inconformismo y resistencia, pero su esfuerzo fue estéril ante el mutis por el foro del resto de sus compañeros, en especial Bodiroga, que confirmó que no atraviesa tiempos felices. Gusta el Barça de otorgar concesiones en los arranques de partido y esta vez su mala puesta en marcha le costó caro. Nada menos que una Copa del Rey. Dados los exitosos antecedentes es probable que los de Pesic crean en lo más profundo de su pensamiento que siempre queda tiempo para arreglar una mala puesta en escena. También se podría pensar que son gente tan competitiva que lo que les va es el juego en el límite, los picos de tensión, las jugadas decisivas a todo o nada, y que este amor por el vértigo les hace desinteresarse un poco de todo el papeleo previo.
Siendo verdad que casi nada es definitivo cuando ocurre en los primeros minutos, sí que esta manga ancha del Barça puede producir efectos sicológicos importantes en sus adversarios. Se presentaba el DKV después de salvarse por la campana ante el Manresa, sin grandes argumentos para tenerle mucho en cuenta, y cuando la gente todavía buscaba su asiento se encontró rondando los veinte puntos de ventaja.
A ningún jugador se le presupone que pueda salir derrotado a un campo, pero casi todos son suficientemente inteligentes como para saber con quién se están jugando los cuartos. La gran salida del Joventut unida a la horrible del Barçatuvo el efecto de acercar el sueño y alejar los miedos de los jugadores de Aíto. Esto tuvo una incidencia definitiva en el comportamiento posterior del DKV, un colectivo ciertamente impredecible. Lo es por la importancia de valores jóvenes todavía en formación -aunque Rudy Fernández puede pelear por un puesto en los Juegos de Atenas-. Luego están los inconstantes. Radunovic, Tabak y Digbeu son capaces de lo mejor y lo peor. A este tipo de jugador le va fantásticamente una buena ventaja en el marcador que haga que la tensión no le nuble su ya precario entendimiento del juego colectivo.
Al final triunfó la ilusión frente a cierta sensación de rutina que transmite este Barça, que pagó con una cuantiosa multa su manía de llegar a los partidos con unos cuantos minutos de retraso. Hasta pareció que Aíto sonreía.
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