La banda de los brasileños
El duelo entre Denilson y su compatriota Alves protagoniza el 'derby' sevillano
Los partidos ligueros entre los dos equipos sevillanos son el mejor ejemplo que se puede dar de lo que significa el fútbol que no se juega, el fútbol que permite amar y gozar, odiar y padecer, porque sí, de una manera visceral y sin consulta previa a la razón o siquiera tener parte en los acontecimientos; el fútbol que se ha convertido en un negocio sideral gracias a los sentimientos que genera. Hasta ahí, el disfrute. A la hora de hablar del juego, los derbies sevillanos regalan toneladas de pasión y dejan bastante que desear en el aporte estético, protagonizados por la ansiedad y el juego trabado, cuando no rayano en lo violento. En el Betis-Sevilla de esta noche, la posibilidad de que haya buen juego pasa por las alas, en particular por la izquierda del ataque bético, la que trabaja Denilson, y la diestra de la defensa sevillista, la de Alves. El espectáculo se prevé en la banda de los brasileños.
El sevillista: "Hasta junio yo seguía cobrando del Bahía y muchos del filial ganaban más que yo"
El bético: "Antes no me importaba que el equipo perdiera; lo que yo quería era salir en las portadas"
Su vida y sus carreras tiene muchas similitudes, pero más aparentes que profundas. Ahora mismo, representan las dos caras de un mismo fenómeno. Denilson llegó a Sevilla desde el Sao Paulo con 18 años, con la vitola de ser el jugador más caro del mundo y la exigencia de satisfacer a una afición a la que el presidente, Manuel Ruiz de Lopera, había domado con repetidas dosis de sueños de gloria. "Tuve mucha presión por ser el jugador más caro del mundo en ese momento. Los aficionados querían que yo centrara, corriera más que la pelota, la rematara y metiera gol. Querían que lo hiciera todo. Yo no esperaba que iba a estar bajo tanta presión. Yo era muy joven y me vine abajo. Me ha costado mucho trabajo adaptarme", asegura Denilson.
Daniel Alves no llegó al Sevilla calzado con las botas de oro de Denilson. Su fichaje es uno de los mejores frutos del equipo de ojeadores de Ramón Rodríguez, Monchi. La afición no le quiso y le pitaron sin misericordia en sus primeros partidos de la pasada campaña. Los sevillistas no entendían la anarquía técnica de este chaval que, además, jugaba en la misma línea que los idolatrados Alfaro y Javi Navarro. Pero Caparrós dio con la tecla y aprovechó su querencia al ataque colocando por delante a Redondo, que se ha hecho titular gracias a las coberturas que le hace al brasileño. Todo cristalizó en la ya famosa goleada al Madrid (4-1) en noviembre, cuando marcó su único gol en la Liga hasta el momento. El hecho de que no le quisiera nadie le hace disfrutar aún más de su gloria. "Hasta junio yo seguía cobrando del Bahía y muchos del filial ganaban más que yo", ríe ahora.
El extremo bético ha perdido esa sonrisa que llegó a parecer marca de la casa, aunque intenta negarlo, peculiarmente, añadiéndole gravedad a su gesto. "¿Triste? Quizás hace algún tiempo sí que estuve triste. Yo creo que poco a poco he ido madurando y puede que haya cambiado mi forma de pensar, de relacionarme con la gente, con la prensa... pero yo ahora mismo estoy feliz. Hace dos semanas jugué un buen partido [Betis, 2 -Zaragoza, 1, en el que marcó un gol y dio el pase del otro], que me hacía mucha falta y que me ha dado mucha fuerza y mucha confianza".
La verdad es que Denilson ha estado bastante mal esta temporada en particular y en los seis años que lleva en Sevilla jamás ha cumplido con las expectativas que él asegura que le colocó la directiva del club. Su media de goles es de dos por temporada y, curiosamente, este año ya la ha cumplido: frente al Sevilla en el empate a dos de la primera vuelta y el ya citado del Zaragoza.
Alves es uno de los calificados como jugadores revelación. Se perdió varios partidos para irse a Qatar a disputar el Campeonato del Mundo sub 20. Curiosamente, esos partidos que no jugó han contribuido mucho para engrandecer su perfil en el Sevilla. No sólo llegó como campeón mundial, sino que se trajo consigo los halagos de medio mundo. Junto al también brasileño Baptista, se ha convertido en el mejor capital del club de Nervión y la única duda que queda es saber cuánto tiempo estará vistiendo su camiseta. "Yo estoy muy feliz en Sevilla, incluso mi mujer dice que se quiere quedar aquí. Yo no. Yo quiero volver algún día a Brasil", asegura mientras se toma un licor digestivo tras acabar una entrevista radiofónica. El Sevilla es una estación de paso en una carrera a la que le queda casi todo. Pero es que a él no le ficharon como símbolo de nada. Incluso la gran temporada de Baptista deja a un lado la suya, a pesar de que el puesto de lateral es uno de los más disputados en el mercado de los clubes europeos.
Por su parte, Denilson repasa su trayectoria en el Betis y demuestra la madurez adquirida con su capacidad para la autocrítica: "Creo que ahora hago las cosas más sencillas y, lo más importante, he aprendido a jugar para el equipo. Yo era mucho más individualista y en ocasiones no me importaba que el equipo perdiera y lo que buscaba era que se dijera que yo había jugado bien y que mi foto estuviera en las portadas de los periódicos".
Precisamente, esa capacidad para criticarse le avala para decir en voz alta lo que no le gusta. Los rumores sobre la venta de Joaquín al Real Madrid -alimentados por Ruiz de Lopera, que parece querer dar el disgusto a su afición en dosis homeopáticas- afectaron al brasileño, que se despachó desvelando las promesas que le hizo el Betis cuando lo fichó. "Me dijeron que era un proyecto de equipo grande, pero las temporadas se empiezan siempre pensando en lograr mantenernos en Primera. El tiempo va pasando y te das cuenta de que el proyecto del Betis no es ganar títulos".
De cara al derby de esta noche, ambos se desean suerte y se cruzan elogios. El partido entre los equipos sevillanos gana incluso más morbo con este duelo. Dos carreras, dos estados de ánimo se pegarán por dominar la misma banda, la izquierda de uno, la derecha del otro. Si sacan el juego que pueden dar, es hasta posible que conviertan este clásico en algo estético.
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