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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

CCCumpleaños

Un hombre pasea medio absorto entre la multitud, observando, escuchando. Desde hace un buen rato, hay que decir que con un considerable retraso de dos horas, el grupo 08001 (nombre tomado del distrito de Ciutat Vella en el que viven sus integrantes) toca ahora rai, después flamenco, más tarde electrónica... En fin, una mezcla de estilos que una parte del público jalea y, en menor cantidad, baila. El hombre se acerca a un grupito sentado de mujeres que recuperan fuerzas. "¿Está bien esto?", pregunta curioso. Una le contesta condescendiente: "Sí, está bien". La mira incrédulo, pero más tranquilo, y se acerca de nuevo a escuchar y mirar. Seguramente, vuelve a preguntar.

El pasado miércoles por la noche el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) cumplió 10 años y lo celebró con una fiesta a la que invitaron, principalmente, a todos aquellos que en uno u otro momento y de distintas formas habían colaborado con la entidad de forma directa o a través de los grupos asociados. Aun siendo una fiesta íntima, para la familia, se enviaron 1.000 invitaciones, a las que hay que añadir los acompañantes y algunos de sus amigos, el personal de la casa -que para la ocasión se puso sus mejores galas- y periodistas, políticos y otras gentes sin identificar que se sumaron al festejo. El resultado era de lo más variopinto, pero la gracia residía en que muchos (en total se contabilizaron 3.200 personas) se sentían parte de la fiesta y, a veces, se felicitaban mutuamente por el aniversario. En cierta manera, representaban la variedad de públicos que durante estos 10 años han dado sentido y vida al centro. Muchos jóvenes, en su gran mayoría con look moderno, pero sin excesos.

El CCCB celebró el martes su décimo aniversario con una fiesta 'íntima' y este fin de semana la amplía con jornada de puertas abiertas

Al hombre absorto le presentan a otro hombre, mucho más extrovertido, ataviado con un traje a lo Mozart y gran peluca rosa, que es comisario de exposiciones de arte. Antes ha estado conversando con otro hombre trajeado, barbudo y con bastón, que dirige un museo de arte que cuando abrió el CCCB aún no había llegado a inaugurar ni sus salas de arte románico. También ha charlado un rato con una mujer rubia con acento mallorquín que va acompañada de un séquito de altos cargos del Departamento de Cultura que ella dirige. Y antes de todo esto había estado un rato comentando la jugada con otro hombre de pelo blanco que es alcalde.

Afuera llovía y las proyecciones con las que se celebraba el aniversario sobre la pared del Pati de les Dones tenían un aspecto fantasmagórico. La mayoría de la gente se concentró en el Hall, un espacio que a estas alturas ha visto todo tipo de cosas, desde experimentos psicodélicos (que sólo duraron una edición; no daba para más, aunque aquella vez fue divertido) hasta exposiciones (como la memorable de los coches de carrera de Pegaso), actuaciones teatrales o de danza, conferencias, conciertos y las siempre recordadas y añoradas noches del Electric Café, aquel invento de Advanced Music (los promotores de Sónar) que tan buenos ratos hizo pasar a muchos. Una batería de pantallas iban mostrando el audiovisual de las muchas actividades realizadas en el CCCB durante esta década. Festivales de vídeo, de cine, de nuevas tecnologías, de teatro, de performance, de poesía, de músicas diversas, de videoclips... Y congresos, cursos, presentaciones, conferencias, exposiciones, publicaciones... ¿Tanto han dado de sí 10 años? ¿Qué había antes? ¿El vacío?

El hombre habla ahora animadamente con otro, canoso y con gafas, que parece amigo y al que también felicitan por la parte que le corresponde como responsable de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona. Después conversa con una mujer joven de ojos claros y pelo rizado que parece comentarle detalles logísticos. La mira y asiente, no se sabe a qué. No se le ve copa alguna en la mano y parece que se dirige hacia el bar situado en el vestíbulo de la planta 0, que está justo delante de un gran cartel en el que está escrito: "El salvatge europeu". La cerveza cuesta dos euros y el bocadillo de jamón, un euro. No parece una salvajada. El hombre no llega a la barra. Mucho antes, en las escaleras, ha vuelto a detenerse para hablar con una pareja de aspecto más que normal que, por lo visto, ha decidido retirarse ya.

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La fiesta se inició a las ocho de la tarde y pasaba la una de la madrugada y aún continuaba. En una barra ofrecían cava, que algunos mezclaban con zumo de naranja. Al parecer, había también algo para picar, pero desaparecía tan rápidamente que parecía una leyenda urbana. La música la ponía DJ Roger desde un escenario extrañamente situado en donde normalmente está el mostrador de venta de entradas. Le siguió después Dj Panko (Dj oficial de Ojos de Brujo) y, tras la actuación de los tardones 08001 (al parecer tuvieron un problema con el vídeo que retrasó su actuación), le tocó el turno a Dj Baby G. La gente, la verdad, no estaba mucho por bailar ni por escuchar a los esforzados disjockeys, aunque parecían pasarlo bien formando corros y comentando la jugada. No estaba previsto en sus inicios, pero al final una de las funciones del CCCB (la moda ahora es pronunciar sólo dos c, y los más asiduos, sin la b) ha sido la de convertirse en lugar de encuentro, social y cultural, en el que se han gestado no pocas colaboraciones creativas. Lo de que se pueda fumar y beber, además, supuso toda una revolución en las anquilosadas instituciones culturales del país. Al personal de limpieza habría que hacerle un monumento, como al de vigilancia, pero nunca se ha oído de su voz una queja. En los lavabos había una agradable instalación sonora de la Orquesta del Caos, sin pretensiones pero interesante. En lo que antes era la librería y ahora es una sala polivalente se había instalado un bar de inspiración moruna para que hiciera las veces de chill out. Se estaba tranquilo. Las exposiciones permanecían abiertas, más concurrida por lo cercana al jolgorio la de El salvatge europeu, menos la magnífica exhibición dedicada a mostrar una selección del último encuentro de fotografía africana de Bamako (Malí). Como premio, a los que visitaban esta última se les regalaba un bombón y una libreta. Este fin de semana (sábado y domingo) amplían a todos la celebración con una doble jornada de puertas abiertas en las que pueden visitarse gratis las exposiciones. Valen la pena.

El hombre parece cansado. Lleva horas observando, preguntando. Es un ritual que repite desde hace años. Es normal. Es el director. "¿Todo bien?" "Sí, ya me retiro". No hubo pastel. No hacía falta.

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