Los mejores ilustradores británicos, en la Biblioteca Nacional
Magic Pencil es una exposición dedicada a mostrar la obra de los ilustradores británicos que han consagrado su vida a la divulgación de libros relacionados con la infancia y la adolescencia. Este Lápiz mágico acoge, hasta el próximo 14 de marzo, obras de 13 de los ilustradores más importantes del reino Unido. La exposición ha sido montada en el ala izquierda de la planta baja de la Biblioteca Nacional, en el paseo de Recoletos. En ella, el British Council da a conocer lo más granado de esta actividad creadora en las islas.
Con esta invitación al dibujo y a su ejercicio, la exposición comienza por dar cuenta de la propuesta de Quentin Blake, el comisario de la muestra. Éste enseña un trazo propio y vivaz, capacitado para transmitir emociones como la alegría, la diversión y el sentido de la aventura a los niños, mediante sutiles complicidades con el mundo de los adultos. Resulta especialmente singular su técnica de sombreado, a base de manchas dispuestas desenfocadamente junto al contorno de las figuras, con las cuales consigue una vitalidad rotunda en los personajes que retrata.
Similar nervadura presenta el trazo de Charlotte Voake, más versada a la acuarela, con pinceladas que sugieren lo que la imaginación infantil ha de definir luego.
Capítulo aparte por la singularidad de su metodología didáctica presenta Stephen Biesty, involucrado en desbrozar grandes artefactos como navíos, edificios o cuerpos mediante esquemas tridimensionales.
Los castillos de Biesty, donde reconstruye procesos completos como el de una espada -desde la fragua del herrero hasta la justa en la que brilla-; sus trenes, desmenuzados en secciones en las que no falta un solo detalle o sus galeones, en cuyo dibujo relata todos los pormenores de una travesía o de un combate, son el paradigma de la ilustración erudita.
En Michael Foreman se percibe la influencia de Hal Foster, aquel magno ilustrador de El Príncipe Valiente. Exhibe una impronta historicista, sobre el trasunto de una infancia vivida bajo el drama de la guerra mundial.
La arqueología de los collages de Sara Fanelli; las composiciones de Laureen Child; la inocencia de Emma Chichester Clark o las ilustraciones de Patrick Benson para textos de Dahl, con su gran dominio de las aves, sorprenden por su alta elaboración, al igual que el dominio de la línea de Posy Sismonds, la suavidad del trazo de Ángela Barret, junto con los juegos panorámicos y de perspectivas sabiamente administrados por Raymond Briggs, además de las profundas experimentaciones cromáticas de John Burningham.
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