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Reportaje:

Un pintor de ida y vuelta

El Museo de San Telmo reivindica la figura de Antonio Valverde, 'Ayalde', en una amplia exposición

Antonio Valverde, Ayalde, (Rentería, 1915; Oiartzun,1970), escritor, pintor, ilustrador, miembro de Euskaltzaindia y gerente de una empresa familiar de artes gráficas, fue una de las figuras más polifacéticas y activas de la cultura vasca de la posguerra y las instituciones sienten que no se le ha hecho justicia. Su legado ha permanecido en el ostracismo -"en parte por culpa de la familia", según reconoció su hijo Antton- desde 1974, cuando la Kutxa, entonces Caja Municipal de Guipúzcoa, organizó la primera antológica de su obra. Han tenido que pasar tres décadas para que el Museo de San Telmo le rescate del olvido con una nueva exposición.

Era una deuda, un homenaje pendiente, que el Ayuntamiento de San Sebastián y la Diputación de Guipúzcoa saldan ahora con un amplio recorrido por su obra: un total de 130 piezas, distribuidas en tres salas, que muestran sus múltiples rostros creativos. Tantos que incluso quienes conocen bien su trayectoria tienen problemas para definirle. "Fue un pintor de ida y vuelta" que "siempre se recuerda pintando y dibujando", explicó María Asunción Torres, comisaria de la muestra y encargada de la catalogación de su obra. "Le gustaba investigar y se empapaba de las vanguardias. Por eso alternó su obra más característica, paisajista y de un cromatismo sin estridencias, con una obra más experimental", continuó. El hijo de Ayalde, el cantante Antton, lo resumió todo en una frase: "Siempre pintó con libertad". Así, coqueteó con el cubismo, con la abstracción y con otras tendencias de vanguardia, como puede verse en la exposición de San Telmo, estructurada en tres grandes bloques.

En la primera sala pueden verse paisajes del País Vasco, pintados tanto al óleo como a la acuarela y de tendencias artísticas muy diversas. En la segunda figuran desde xilografías a grabados, pasando por carboncillos, obras de género ligadas a su trabajo como impresor que forman parte de la memoria colectiva -ahí está por ejemplo el cartel anunciador de la regata de traineras de 1956 en San Sebastián, o el dibujo que sirvió para ilustrar años después el programa de fiestas de Hondarribia-.

La última sala cede todo el protagonismo a sus retratos y descubre parte de su vida personal. De las paredes de la sala cuelgan las imágenes de su esposa y sus hijos, de sus amigos y de figuras de la cultura vasca de mediados de siglo, a los que conoció primero por su actividad artística, pero también por su trabajo en la imprenta familiar.

Su hijo Antton recuerda que casi "todo el mundo cultural e intelectual" vasco, artistas, músicos y escritores, desfilaban por su casa, sin poder escapar de los trazos del lápiz de Ayalde. A Jorge Oteiza le inmortalizó al óleo en 1965, igual que a Eduardo Chillida, retratado tres años después.

Lo que se exhibe en San Telmo es tan sólo una pequeña parte de toda la actividad creadora de Valverde. Torres ha catalogado hasta el momento 600 obras, pero sólo los dibujos se cifran en varios miles. "Era increíblemente disciplinado", dice su hijo para explicar tal producción. Y un hombre inquieto, que estudió Derecho, aprendió euskera a los 30 años, colaboró con distintas revistas y participó activamente en todos los acontecimientos relacionados con el arte y la cultura vasca. "Fue un dinamizador, una de esas figuras", apuntó el concejal de Cultura, Ramón Etxezarreta, que debe ser "rescatada del ostracismo".

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