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Reportaje:

Las Cárcavas, sin chamizos

El Gobierno derriba el poblado chabolista incluido en el proyecto urbanístico de Valdebebas

Musa nunca había oído hablar del parque de Valdebebas. Y tampoco le preocupa demasiado saber si la llamada Casa de Campo del este quedará finalmente reducida a una simple zona verde de 500 hectáreas. Este inmigrante ghanés de 34 años era vecino del distrito de Hortaleza desde hace algo más de un año. Y allí estas cuestiones del futuro parque preocupan a la ciudadanía. Pero desde el poblado chabolista de Las Cárcavas, donde malvivía con otros tres compatriotas y 19 familias gitanas, los planes urbanísticos se contemplan con mucha lejanía. Puede más el día a día: la búsqueda de trabajo, de comida, de papeles...

Sin embargo, el pasado miércoles, a Musa y sus tres compañeros de caseta, Samuel, Ernest y Jonsen, les cayeron encima los proyectos urbanísticos previstos para la zona. Una pala excavadora, enviada allí por la Comunidad de Madrid para desmantelar el poblado chabolista, derribó ese día todas las casetas del poblado, entre ellas la suya.

Pero mientras la mayoría de las familias afectadas (10) han sido realojadas en pisos sociales de alquiler, ellos cuatro, tras ser atendidos por los servicios sociales, sólo han podido acceder a un albergue. El día del derribo, que duró hasta el mediodía, los agraciados con una vivienda comían tranquilos y Musa y sus amigos hacían el petate con escasas esperanzas de mejorar su situación.

Otros nueve chabolistas también se quedaron sin realojar como el grupo de africanos. Pero por razones muy distintas, ya que, según el Gobierno regional, tres familias tenían ingresos superiores a 25.000 euros brutos anuales, el máximo admitido para acceder a un piso social; otra poseía ya una vivienda. y el resto habían llegado de nuevas al barrio al olor de los realojamientos.

El poblado de Las Cárcavas nació hace más de una década en lo que antes era sólo un campo baldío. Nadie hablaba entonces de la Casa de Campo del este ni de la nueva ciudad deportiva del Real Madrid. Sus moradores procedían de Cáceres en su mayoría. No era un lugar conflictivo y la mayoría de los niños del asentamiento estaban escolarizados en colegios de la zona, según explican portavoces del Instituto de Realojamiento e Integración Social (IRIS) de la Comunidad.

Pero los terrenos de este poblado, situado entre el camino Viejo de Burgos y el de Valdehigueras, entran dentro de la operación urbanística de Valdebebas. Y las chabolas impedían trazar una carretera necesaria en la zona. Los realojamientos los ha pagado el IRIS en gran parte, aunque los dueños de los terrenos donde estaban las chabolas también han aportado una cantidad.

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Musa y sus compañeros no han perdido precisamente un chalé. Pero aunque misérrima, su chabola era su hogar. Y desde el día del desalojo deambulan entre los albergues de la Casa de Campo y la asociación Karibú, a la que acuden a aprovisionarse de ropa y comida y a preguntar si hay algún trabajo para ellos. A veces, cuando les da pereza trasladarse hasta los refugios de la Casa de Campo, se quedan en otro más céntrico aunque hacinado (el Don de María), próximo a la catedral de La Almudena.

"No tenemos papeles y sin ellos es difícil trabajar; en verano nos marchamos a Zaragoza y a Lérida para recoger fruta y poco más. A Las Cárcavas llegamos después de que un señor gitano al que le contamos nuestra situación nos dijera que podíamos afincarnos allí", explica y añade que nadie les ha cobrado nada por construir su chabola. Este ghanés arribó a España hace dos años "por motivos económicos" tras dejar en su país a su esposa y a sus dos hijos. Su primer destino fue Canarias. Después llegó a la Península. Y en ella sigue. Quizá algún día vuelva a Las Cárcavas. Pero espera que sea a pasear por el anhelado parque y no a sobrevivir de nuevo en un cuchitril de madera.

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