"Sabe Dios cuándo habrá otro verano"
Teatro de la Danza vive en la paradoja, entre el éxito profesional y el desencanto político
DON LUIS. Para ese empleo te vendría bien la bicicleta que te iba a comprar cuando pasase esto, ¿te acuerdas?
LUIS. Ya lo creo. Yo la quería para el verano, para salir con una chica.
DON LUIS. ¡Ah! ¿era para eso?
LUIS. No te lo dije, pero sí.
DON LUIS. Sabe Dios cuándo habrá otro verano.
(Siguen paseando).
Estas son las últimas líneas de Las bicicletas son para el verano, un clásico de hace sólo 20 años. Ese epílogo, en el que Fernando Fernán-Gómez resume todo el dolor de la posguerra y los 40 años del invierno franquista, refleja en parte el espíritu actual de la compañía Teatro de la Danza. 24 personas (cómicos y técnicos de todas las edades) llevan 13 meses representando la función por todo el país, los éxitos se suceden, sus compañeros de oficio han reconocido su trabajo con 12 candidaturas (todas las posibles) a los premios Max, la química de equipo es alucinante... Y, pese a todo, el clima que se respira en la compañía no es precisamente la felicidad ni el paraíso.
"Somos gente de teatro, y sabemos cuándo miente alguien. Y éstos mienten mucho"
"La pérdida del sentido de la realidad de este país es absoluta. ¡Viva Loquilandia!"
El pasado miércoles, día del estreno en el teatro Principal, de Valencia (estarán allí hasta el 14 de marzo), las noticias cruzadas de las nominaciones y la tregua-bomba de ETA convirtieron los camerinos en una extraña y paradójica mezcla de euforia y decepción. Uno a uno, de dos en dos o en grupos, los miembros de la compañía hablaban de teatro, de política, y del teatro de la política. Esto es un resumen de lo que dijeron:
Gerardo Malla (Don Luis en la función). La pérdida del sentido de la realidad de este país es absoluta. Para entender algo sólo se me ocurre un símil teatral. Tengo la sensación de que el país asiste a una función deleznable. Los actores son horribles, el decorado es de papel de envolver, los diálogos son estúpidos, el sonido no se oye y el director está borracho. ¡Pero el público agota las entradas y aplaude a rabiar!
David Lorente (Julito, el vecino memo). ¡Hay que tener esperanza! Por lo menos en que el PP no va a sacar la mayoría absoluta. El problema es la dejadez de la gente, todos nos hemos acomodado mucho. Yo creo que Las bicicletas... está gustando tanto porque enseña cuánto depende la gente de las decisiones de los políticos. Cuando la cosa se pone mal, la gente se moja, se decanta, se compromete, sale a la calle. Y eso es lo que no hay que perder, lo que está vigente de la obra. El PP nos han sacado a la calle, nos ha obligado a tomar partido, nos ha asfixiado casi tanto como a los personajes. Es un bloque cerrado, sin democracia interna, convence a la gente por aplastamiento. Por eso es una alegría que se vaya Aznar, aunque también somos víctimas de su retirada. No nos permite juzgarle.
Alberto López (Gerente). ¡Y lo de ETA es el remate! Parece como si el PP hubiera diseñado a medias con el CNI la campaña electoral. No es ya que al PSOE le crezcan los enanos, quizá tiene tendencia natural, es que le crecen a un ritmo sospechosamente conveniente para el PP.
Malla. ¿La tregua? Es como si a esa función insoportable entraran unos tipos a insultar y escupir al público y el público pensara que es un efecto más de la obra y lo ovacionara y se fuera a casa oliendo mal pero pensando que su vida tiene sentido. ¡Es la locura! Sólo queda esperar que esto toque fondo a ver si vuelve la cordura. Pero lo malo es que este país, cuando toca fondo, siempre arma la marimorena. Me parece oír gritos: "¡A mí la Legión!", "¡Santiago y cierra España!"...
Luis Gámez (Don Simón). ETA prefiere que gane el PP por mayoría absoluta para mayor crispación, y la derecha va a poner toda la demagogia posible sobre la mesa para aprovechar ese asunto. Pero es lo de siempre, la derecha es una piña y la izquierda se tira los trastos a la cabeza por cualquier minucia.
Virginia Méndez (Maluli). Aznar ha aprovechado que se iba para hacer lo que le ha dado la gana. Pero peor aún me parece Rajoy. ¿Ningún debate? ¿No se admiten preguntas? ¡Fenomenal! ¡Una democracia estupenda! ¡Venga, todos a ver la tele! Y más censura, más manipulación, más entontecimiento, más entrevistas con Aznar para que diga que tras el Prestige se han hecho muchas obras para la posteridad...
David. Somos gente del teatro y sabemos cuando alguien miente. ¡Y estos mienten con total impunidad!
Susana Hernández (María Luisa, vecina facha, madre de Maluli). Yo a Aznar ya no puedo verlo más. En cuanto sale en la tele la apago, me pone enferma. Supongo que es consciente de que la gente no soporta más su careto y por eso se retira.
Enriqueta Carballeira. (Doña Antonia, la vecina pobre). Pues yo veo el país fenomenal, extraordinario, muy democrático. El último año lo hemos recorrido todo y he visto unas ciudades estupendas, limpias, con mucha energía en la gente, los restaurantes llenos... Los que dicen que esto se parece al franquismo es porque no sufrieron aquello. Yo milité en el PC y sé muy bien lo que es la falta de libertad de expresión. Y esto no se parece nada, nada. Recordémoslo para no caer en lo mismo, pero miremos adelante, por favor, no seamos tan antiguos, aquel señor era tan bajito y tan poco interesante....
Julián González (Luis). A mí la política me importa cero. No la sigo especialmente. La campaña me aburre, todo es prometer y no cumplir, a ver quién miente más. Todos los partidos son iguales, aunque es verdad que hay muchas cosas que deben mejorar.
Susana. Las funciones que hicimos en Madrid cuando empezó la guerra de Irak fueron preciosas. Yo salía con la pegatina del 'No a la guerra' para que la gente viera que no soy como mi personaje. Había una emoción...
Virginia. La gente gritaba, aplaudía las frases, los mutis...
Susana. Sobre todo cuando Gerardo dice la frase clave, "No ha llegado la paz, ha llegado la victoria". Ahora la gente está más tibia. Sólo espero que voten contra el PP, que se den cuenta de que el PP y el PSOE no son en absoluto iguales.
(Entra en el camerino de Néstor, el peluquero y sastre).
Sandra Ferrús (María, la criada). La gente debe tener mucho miedo al cambio, porque si no, no se entiende nada.
Néstor (Peluquero). ¡Typical spanish! Oficialmente, todo el mundo vive muy bien.
Lucía Quintana (Manolita, la hija). ¡De coña! No hay esperanza.
Néstor. Eso es lo último que se pierde, niña.
Lucía. La gente se olvida de las barbaridades enseguida.
Néstor. Para pensar así...
Sandra. Pues lo del PSOE no se ha olvidado.
Lucía. Se olvida todo cuando conviene.
Sandra. La gente está indignada.
Lucía. No es suficiente. En el telediario sólo hablan de sucesos y de fútbol. Y ya no salimos a la calle por nada, ni por la violencia doméstica. Tenemos un problema de educación tremendo.
Sandra. Es que la gente está muy ocupada ganando dinero para el piso.
Néstor. Estamos a un paso de la Santa Inquisición, hemos dado muchos pasos para atrás.
Lucía. Sí, la culpa es de las mujeres, por habernos liberado.
Marta Poveda (Niña con bici). ¿No habéis visto a Trillo cómo reparte euros a la prensa?
Charo Soriano (Doña Marcela). Lo único que sé es que todos tenemos que votar.
Marta. El lujo de criticar sólo te lo puedes dar si pones algo de tu parte.
Malla. El fútbol es el único tema de discusión de este país. Si me dicen que en Motilla del Palancar hay dos batallones de valencianistas y madridistas esperando órdenes para atacarse y resolver por las armas el asunto del penalti, me lo creo. Está dentro del juego. ¡Viva Loquilandia! ¿Y qué hago yo? ¿Me meto en el camerino a llorar? ¿Salgo a celebrar las 12 nominaciones? Es el estupor sobre el estupor.
Rubén (técnico de sonido). ¿Qué quién va a ganar las elecciones? ¡Si yo no sé ni quién juega!. Los de sonido, ya se sabe, sólo bajan para comer.
Luis Olmos (director). Lo dicho: ¡Sabe Dios cuando habrá otro verano!
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