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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

El dolor reúne

¿De qué hablamos cuando hablamos de ETA, los catalanes, estos días? Hablamos de un político cazado en forma de incauta mosca en la pestilente telaraña etarra. Hablamos de lo mal que acaban los juegos políticos desenfocados. Hablamos de combinaciones electorales. De pérdidas y ganancias políticas. Hablamos de cómo se calienta el nacionalismo español ante el regalo que la telaraña etarra le ofrece en vigilias electorales. Hablamos de nuestro buen corazón catalán: recordamos una vez más la palabra diálogo sin darnos cuenta de que para ETA esta palabra, diálogo, tiene un significado cínico y trágico: "Visca Catalunya lliure!", dicen, junto a los "gora" a Jon Félix y a Joan Carles, autores del cafre atentado contra el cuartel de la Guardia civil de Vic, del que tantos adultos y niños fueron víctimas.

Visita a la sede de la Associació Catalana de Víctimes d'Organitzacions Terroristes. Gente anónima que no se resigna al dolor

Si la mitad de los buenos sentimientos de unos y otros, tirios de Madrid y troyanos de Barcelona, fueran ciertos, el cuchitril en el que se trabaja a favor de las víctimas del terrorismo en Barcelona no sería el digno pero pobrísimo cuchitril que es. Sería un lugar arreglado y moderno en el que llevar a cabo el trabajo de reparación económica y psicológica de las víctimas con dignidad y eficacia. He visitado este local. No está en un lugar céntrico, como sería de esperar, sino en unos bajos de la zona de Vall d'Hebron. Forma una sola pieza, pequeña y angosta, en la que se mezcla todo tipo de objetos y papeles: archivos, mesas de trabajo, un entrañable tresillo, paneles informativos, las fotos de las víctimas. Es tan pequeño el espacio que una parte de los archivos se guarda en una improvisada estantería en el lavabo (una pieza de no más de un metro cuadrado, sin loza en las paredes, sólo recubierta de cemento, que expresa de manera hiriente la pobreza de medios de la asociación).

La persona que está sentada frente al ordenador no puede trabajar porque se lo impide la conversación que mantenemos los que estamos sentados en el cándido tresillo. Estoy conversando con Robert Manrique, víctima de Hipercor (trabajaba allí de carnicero y había cambiado su turno por razones familiares: salió completamente asado, aunque ha recuperado felizmente la piel). Es el corajudo líder de la Associació Catalana de Víctimes d'Organitzacions Terroristes. Me explica que esta asociación, por honestidad política y por apertura a todas las personas que han sufrido el terror, no está sólo dedicada a las víctimas de ETA, a pesar de que éstas sean mayoría, sino también a las del FAC, de Terra Lliure, de los GRAPOS, de los desconocidos que causaron el incendio de la sala de fiestas Scala e incluso de los catalanes que fueron víctimas del atentado islamista en Marruecos o del de Omagh, en Irlanda. El espacio es un cuchitril, pero el trabajo es enorme. Organizar homenajes, visitar a las víctimas periódicamente, defenderlos en los juicios, preocuparse para obtener la información en los juzgados que el Estado no ofrece y que la víctima tiene que buscarse para demostrar que lo es. Se trabaja, asimismo, para defender las ayudas a las víctimas que aparentemente no lo son: la niña que nació sorda de una madre que estaba embarazada en Hipercor, por ejemplo, quiere estudiar y no puede; o los compañeros del policía municipal Gervilla, en depresión desde que vieron morir desangrado a su compañero. La ley actual, por otra parte, tiene muchas lagunas. Protege sólo a las víctimas de ETA, y todas las que no han sido certificadas en el mismo momento por el médico quedan fuera de la protección del Estado. "Si aceptamos a todos, la cosa se dispara", dicen, al parecer, los funcionarios.

¿Por qué están separados de la organización de Madrid, que a bombo y platillo organizó el congreso de las víctimas justo en el momento en el que se anunciaba la campaña electoral? Manrique es muy reticente con la nueva asociación española. Duda de que Adolfo Suárez sea un buen presidente, cuando tantas víctimas que sufrieron durante su mandato aún esperan la indemnización. También duda de la figura de Cristina Cuesta, hija de una víctima socialmente importante, pero indiferente a la suerte del huérfano del chófer de su padre: "Nunca le ha llamado". Los argumentos de Manrique a veces son ligeramente abruptos, incluso un pelín demagógicos. Hablando del affaire Carod, niega la posibilidad de dialogar con el que tiene la pistola, pero, con cierta entrañable ingenuidad, se defiende de ser un facha. "Somos fachas todos los que estamos en contra de la línea oficialista catalana. Hablas de los derechos de las víctimas y te dicen 'qué facha eres'. ¡Sin embargo, estuve una vez en un concierto de Llach ondeando la estelada!".

Entrañables inocentes, víctimas propiciatorias, observados con indiferencia, sin ayudas públicas, mantienen la asociación con las cuotas voluntarias de los afiliados. Y merecen sin duda un más claro y decidido reconocimiento de una sociedad catalana que habla mucho y se compromete poco. El joven que trabaja frente al ordenador tiene un nombre que provoca sonrisa. Se llama David Bisbal y es hijo de un municipal de Terrassa que los GRAPO asesinaron. No conoció a su padre. La madre estaba embarazada cuando lo mataron. No odia: "Me da rabia, pero no quiero añadir más leña al fuego". Esta forma de perdón me recuerda algo que pensé viendo La pelota vasca: muchas víctimas perdonan, mientras que el mundo etarra, contrariamente, se alimenta del odio que engendran los abusos policiales. David se pregunta por qué ahora el historiador Pío Moa, que estuvo en esta siniestra organización, tiene tanto predicamento en las esferas oficiales. "¡Será porque reivindica el franquismo y culpa de la Guerra Civil a la revuelta de octubre de 1934!". Estos heroicos y anónimos David Bisbal y Robert Manrique se inspiran en la frase que un "ciudadano harto de tanta barbarie" pegó en la pared de su triste oficina: "La felicidad une, pero el dolor reúne".

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