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Columna
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El árbitro, agente del PP

Lo ocurrido en el Bernabéu va a traer cola. El asunto es más complicado de lo que parece. Por lo visto los goleadores de la Liga no sólo se santiguan como los toreros, sino que tienen que recurrir a los consejos del psicólogo. Estos días nos hemos enterado de que Mista, el delantero del Valencia que lleva ya metidos 13 goles en lo que va de temporada, tiene como libro de cabecera Entrenamiento Mental, de Terry Orlyck un reputado psicólogo deportivo. Lo cual estará muy bien para él, pero no resuelve los problemas de la afición. Si el fútbol ejerce una función euforizante en las victorias y melancólica en las derrotas ¿qué ocurre cuando el árbitro rompe las reglas del juego como ocurrió el domingo por la noche en el Bernabéu?

El flagrante fallo arbitral refuerza, de entrada, la función terapéutica del fútbol, puesto que genera un tema de conversación ineludible, algo saludable en un país que cada vez habla menos y gruñe más. En Tokio, donde hay poco fútbol y menos confesionarios, ha surgido una nueva profesión de "escuchadores de esquina", que hace la competencia a los psicólogos. En realidad es un invento que parió hace años Pepe Cardona, El Persa, un polifacético artista valenciano que un día se le ocurrió ir al rastro con dos sillas plegables y un cartel que rezaba "hable con un verdadero amigo por 300 pesetas". Ahora lo han adoptado y desarrollado los japoneses con su acreditada capacidad productiva. Sólo uno de ellos, conocido como VanDamme Hirakata, según la agencia Efe, ya se ha tragado el rollo de más de 12.000 personas, a una marcha de cien por semana.

Pero, volviendo al Bernabéu, hay que considerar que lo ocurrido allí, en lugar de fomentar la autocompasión, puede provocar un sentimiento de rebeldía frente a la injusticia. Máxime si el agravio se produce a favor del Madrid, el equipo de Zaplana y del Gobierno en pleno. Y peor aún, teniendo en cuenta la conocida capacidad de manipulación del Gobierno del PP. De forma que el injusto penalti pitado por el árbitro no sería sino una prolongación de los falseados telediarios de Alfredo Urdaci.

Lo sucedido en el Bernabéu es para el Gobierno potencialmente más peligroso que la manipulación informativa practicada durante la huelga general. El escándalo se cobró entonces la cabeza de aquel ministro increíble que se llamaba Pío Cabanillas, pero el conflicto se canalizó a través de un recurso ante la Audiencia Nacional, lo que permitió ganar un tiempo precioso. Luego, a pesar de la sentencia condenatoria, la chulería aznarista ha mantenido a Urdaci como jefe de informativos, que es tanto como proponer que a partir de ahora todos los partidos en que juegue el Real Madrid los pite el señor Tristante Oliva, que así se llama el colegiado en cuestión.

La actuación arbitral permite, también, vislumbrar lo que hubo detrás del supuesto escándalo de Carod Rovira. Entonces el Gobierno pitó un penalti no menos inexistente, para intentar endosarle un gol a Zapatero a cuenta de las elecciones de marzo. Así que no me extrañaría que, más allá de los títulos de árbitro y entrenador nacional, en realidad Tristante Oliva fuera un agente del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), al servicio del Gobierno del PP, a su vez un lobby del Real Madrid.

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