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DE LA NOCHE A LA MAÑANA
Columna
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¿Y por qué no deslocalizan a Zaplana?

Salud Mítica

Hasta que los responsables de la Sanidad Pública consigan articular un sistema de asistencia que excluya la presencia del paciente (propósito en el que ya se obtienen grandes progresos reduciendo las consultas a cinco minutos), no se resolverán los problemas de un sistema que hace del ahorro selectivo uno de sus principios. Pocas cosas producen más horror que ser intervenido de urgencias, pasar a sala para compartir una reducida estancia con dos o tres agonizantes, ver reunidas ante el televisor colgante a no menos de quince visitas que siguen un partido de fútbol, aullar de dolor precisamente en el cambio nocturno de enfermeras. Una desdicha extrema que viene a quedar en nada si se la compara con los interminables aplazamientos de las consultas especializadas de a diario. A una señora mayor que requiere de una intervención de cataratas le dan hora para varios meses después. No acudirá a la cita, porque para entonces ya está ciega. Y no pasa nada.

50.000 familias

Según una información de la compañera Rosa Biot aparecida hace unos días en estas mismas páginas, se cifran en 50.000 las familias valencianas que tienen a todos sus miembros desempleados. El dato, escalofriante en sí mismo, oculta a la vez que evidencia tal número de carencias de a diario y un futuro tan negro que llama la atención el hecho de que no aumenten de manera espectacular las conductas delictivas al menudeo. Levantarse de mañana y acostarse a la noche teniendo casi todo el día en blanco es una experiencia tan desestructurante que acaso sólo lo poco que llega a saberse de la todavía más terrible situación en las prisiones lleva a asumir con una cierta resignación. Mientras, se deslocalizan empresas para exprimir por nada a un puñado de mano de obra barata que a su vez será deslocalizada cuando se organice un poco, y etc.

Menudo testimonio

¿Y qué otra cosa van a testimoniar los obispos en conferencia, esa reunión de señores entrados en años que encuentran en la práctica sexual ajena la mayor de sus obsesiones? Pues una nueva arremetida contra la desviación sexual (como si lo suyo marcara el camino recto en materia de gimnasia genital), una función que siempre será desatinada si no está previamente desnatada. Ahora resulta que el revolcón sexual de los 60, del que ya nadie se acuerda apenas, es responsable de no se sabe bien qué atrocidades. Hay opiniones más dañinas que las conductas más castradoras. Sobre todo si se trata de un vago formulario ético que, Dios no lo quiera, habrá de ser de estricta observancia evaluable en la enseñanza pública. Una desverguenza nada misericordiosa, por cierto, y más estrafalaria que una sotana mal llevada. Y hay tantas.

Dar la cara

Acostumbrada a no informar de casi nada, ocupada como está con llenar la parrilla informativa de breves zaplanescos, Canal 9 ni siquiera se ha molestado en decir la suya, que es la nuestra, sobre las consecuencias de un fallo judicial que afecta en mucho a su futuro. Y aún así, es posible que ni siquiera la enérgica dirección de la televisión autonómica consiga evitar con la infinidad de sus argucias que el fallo contrario a sus propósitos se convierta en el primer peldaño hacia el despeñadero de ese gran político que ahora luce sus artimañazas como portavoz del Gobierno de la nación. Nunca pasa nada -lo mismo debía de pensar Carlos Fabra-, hasta que una piedrecita en los raíles hace descarrilar el convoy enfilado hacia el éxito sobrepasando todos los límites de velocidad. Y si algo no se le puede negar a Zaplana en su planta de velocista, tanto por la rapidez imprimida a sus lugares de paso como por la rentabilidad obtenida a cambio de aceleración tan sofocante.

La sustancia narrativa

Pocos escritores de fuste se reponen así como así del éxito de su primera novela, pero Josep Lozano es, sin duda una excepción. Gozosa. Crim de Germania supuso allá por los años 80 el intento de liquidar de una vez por todas algunos estigmas de la narrativa catalana escrita desde Valencia, y lo hizo con tan abrumadora fortuna que el lector bien podía dudar de que Josep Lozano pudiera repetir en otra ocasión semejante felicidad. Lo ha vuelto a hacer ahora con El mut de la Campana, que disfraza de relato histórico lo que es la más bella aportación de los últimos años a la más rigurosa sustancia narrativa. Espejo de esa virtud es, acaso, la circunstancia de que Lozano se niega a constituirse en autofactoría expendedora de escritura a razón de un libro por año, como quien regenta un estanco. Pero no basta con esa renuncia. Rigor, paciencia y barajar con talento. Y el tiempo, si es que importa, dirá la suya.

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