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Reportaje:Elecciones 2004 Andalucía

En Córdoba, casi como en Gaza

El diplomático Moratinos, 'número dos' del PSOE cordobés al Congreso, usa sus dotes de persuasión para lograr el voto

Miguel Ángel Moratinos (Madrid, 1951) es un hombre pegado a una maleta, a la habitación de un hotel y a una serie de movimientos mecánicos que le han convertido en un nómada durante media vida. El ojo siempre encima del pasaporte y el móvil cargando por la noche eran axiomas cotidianos. Gajes de la profesión diplomática. Ahora ha cambiado el hotel por su residencia en Madrid y para venir a Córdoba no le hace falta pasaporte. Pero lo del móvil no tiene remedio ni en Gaza, ni en Córdoba.

El pasado miércoles se le olvidó cargarlo. Nadie es perfecto. Y el jueves se quedó sin batería tras una mañana de oídos subyugados a las ondas. Fue a la plaza de las Tendillas a por un cargador. La dependienta le dice que sin el móvil no se pueden ganar las elecciones. Moratinos da la razón, bromea, paga con tarjeta y enchufa el teléfono en el coche de su cicerone de turno en Córdoba.

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Este prestigioso diplomático y número dos en las listas socialistas al Congreso por Córdoba cree que no le cambia mucho la vida el hecho de que antes despachara con Arafat y Sharon para la imposible tarea de pacificar Oriente Medio y ahora, en plena campaña, lo haga con peñas, empresarios, asociaciones o los comerciantes del barrio de Santa Rosa de Córdoba. Todos estos sectores no dejan de tener su particular guerra, aunque aquí no va más allá de las palabras.

"Sigo siendo amante de la lectura, la música, y el deporte, aunque no lo practique mucho", reconoce, "y todo eso no va a cambiar". Sí cambia, por ejemplo, que años atrás tenía que devorar sesudos documentos del juego político internacional o ser lazarillo de las visitas ministeriales, en busca del "mejor restaurante o el bar de moda". Eso quedó atrás.

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Ahora Moratinos tiene sus propios lazarillos. El jueves pasado fueron Mari Ángeles Luna y Antonio Hurtado, ediles socialistas en Córdoba. Y afirma que lee todo lo que le cae en las manos y se refiere a Córdoba, desde la novela de Antonio Muñoz Molina que lleva en el título a la ciudad hasta la obra de Antonio Gala, además de amplia documentación sobre la realidad de la provincia.

Pero la tensión es otra. "No es una situación de guerra, aunque hay un día a día de tensión electoral y en plena campaña la adrenalina está a tope", aclara. A pesar del cambio de escenario, Moratinos observa, salvando las distancias, ciertos paralelismos entre su estancia en Oriente Medio y sus visitas a Córdoba. Recuerda que cuando cayeron las torres gemelas en Nueva York y se encontraba de visita a Arafat, bloquearon Gaza y "quedamos encerrados". Así que las autoridades palestinas le mostraron "la Gaza real, las peluquerías, las tiendas de electrodomésticos...", rememora. Lo mismo hizo el jueves en el barrio de Santa Rosa, donde paseó por varias tiendas.

"La diferencia es que allí había una ciudadanía crispada, no como aquí", explica. Pero en cierto modo, Moratinos insiste en que lo principal sigue siendo lo mismo que en Oriente Medio: escuchar y transmitir. En su última visita por Córdoba siempre saluda con la mano y, sobre todo, escucha. Una vecina del barrio de Cañero le aconseja que le diga a Zapatero que "espabile". Él no elude el debate y le contesta: "Va bien, va bien". En Santa Rosa se cruza con un histórico socialista, Gonzalo Barragán, que prefiere en su solapa el símbolo del yunque y la pluma que precedió al puño y la rosa. Moratinos bromea con Barragán sobre si cuando éste acudió a Suresnes ya sabía que Felipe González, entonces Isidoro, ganaría en aquel congreso del partido.

Acostumbrado a la modernidad y sofisticación de los salones de Bruselas o Londres, Moratinos cree que "todo eso está bien, pero lo que busca la sociedad del siglo XXI es satisfacer lo que se llama el buen vivir". "La sociedad tradicional cordobesa", agrega, "tiene ventajas, pero si quiere mantener las costumbres, también debe integrarse en un proyecto más ambicioso de modernidad y progreso porque si no, pierde su capacidad de influencia", explica.

En un ejercicio de inmersión en la Córdoba profunda, Moratinos se topó con las peñas, un colectivo de mucho arraigo y peso en la ciudad, un círculo social que no controla el poder pero, como recuerda el diplomático, "crea opinión". Moratinos ya tiene comprometida la asistencia al tradicional potaje de los viernes en una peña de la ciudad, para después escuchar un poco de flamenco. "A mí me gusta el flamenco, tanto que conquisté a mi mujer con un taconeado", afirma. Aunque ve complicado bajar ese potaje de un arranque de sus pies. "Ahora no estoy tan en forma", bromea.

Aunque ahora es un asiduo de Córdoba, Moratinos recuerda que ya visitaba la ciudad con su padre y llevaba a sus amigos extranjeros cuando hacía gira por Andalucía. No obstante, cuando aterrizó en Córdoba no tardó en hacer un ejercicio de modestia y admitir que no conocía la provincia a fondo y que venía a aprender.

De momento no está entre sus proyectos instalarse en Córdoba. Sí pasará la Semana Santa y la fiesta de los patios. Vive en Madrid y ahora es un asiduo de la estación del AVE: "Debo pasar mucho tiempo en una doble dimensión", entre su condición de notable de Zapatero y la de interlocutor, entre otros, de Alfonso Otero, presidente de la Federación Andaluza de Deportes para Minusválidos Físicos. Un día después de escuchar a Otero sobre el estatus que debería alcanzar este colectivo en el organigrama deportivo español, Moratinos almorzaba con su jefe de filas y los embajadores árabes en la capital. De momento no quiere oír hablar del Ministerio de Asuntos Exteriores, donde militantes de su partido le sitúan si el PSOE gana las elecciones.

Librado de las tensiones de Oriente Medio, Moratinos no deja de tener una vida marcada por una intensa agenda. Y aunque tiene el rabillo del ojo en sus casi treinta años de carrera diplomática, parece obvio que Moratinos está más relajado paseando por Santa Rosa o hablando con los joyeros y peñistas de Córdoba, que por los territorios palestinos ocupados, donde cada día es una macabra lotería entre las piedras palestinas y las balas israelíes.

De mucho comer

"Yo soy de mucho comer y siempre he sido gordito", afirma sin complejos Miguel Ángel Moratinos. Sigue rellenito. Pero en julio pasado, cuando volvió del polvorín de Oriente Medio atravesó por un "parón personal y profesional difícil de asumir", comenta. "Comencé a adelgazar y adelgazar y lo que hice fue comer más", recuerda.

Fueron unos meses de un reposo atípico y de cierta presión psicológica de los médicos sin saber lo que tenía. "Me encontraba muy cansado", afirma. Después de pasar por el escáner y de ponerse en lo peor, le diagnosticaron una "anemia de caballo", como califica. "Me dijeron que si hubiera cogido un avión en ese estado me hubiera dado un infarto o una hemorragia general", recuerda ahora aliviado. Asegura que fue un periodo en el que reflexionó mucho. "El cuerpo me pasó factura y eso que nunca he enfermado, sólo recuerdo una gripe; en la carrera diplomática nos dan puntos por no faltar", explica.

Ese buen comer que este diplomático defiende lo pondrá en práctica en Córdoba. La edil socialista Mari Ángeles Luna asegura que propondrá la realización de un perol, tradicional día lúdico-gastronómico en el campo, con la participación de los diferentes candidatos. "Eso está comprometido", dice.

Moratinos tendrá difícil triunfar en la competición culinaria. "La verdad es que la cocina no es lo mío, tengo platos limitados como los mejillones con perejil y pan o la tortilla", reconoce.

Ahora afirma que está descubriendo una gastronomía cordobesa "interesante porque combina la dieta mediterránea con la sofisticación de la cocina árabe; la miel, los flamenquines...". Está claro que en Córdoba, Moratinos saciará su gusto por el buen comer.

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